Ediciones B, 2004. 622 páginas.
Tit. Or. Hyperion. Trad. Carlos Gardini.
No haber leído este clásico de la ciencia ficción era una espinita clavada, pero no encontraba edición en papel.
Son las historias de seis peregrinos al mundo donde se refugia el Alcaudón, misteriosa entidad que escapa a cualquier comprensión. Seis relatos ambientados en el mismo universo, escritos con buen pulso, aunque la resolución queda para el siguiente libro. Supongo que caerá en breve.
La historia y el mundo que plantea es interesante, pero confieso que no me ha enamorado tanto como a sus defensores. Un tres sobre cinco.
El deslizador trazó un círculo y descendió. El cónsul reflexionaba mirando el vacío cuando las portezuelas se plegaron; Sol Weintraub exclamó «¡Dios santo!».
El grupo se apeó y contempló las ruinas calcinadas de lo que había sido el Templo del Alcaudón. Desde que veinticinco años locales atrás habían cerrado las peligrosas Tumbas de Tiempo, el Templo del Alcaudón se había convertido en la atracción turística más popular de Hyperion. Con una extensión de tres manzanas y una altura de más de ciento cincuenta metros hasta la aguzada torre, el templo central de la Iglesia del Alcaudón era en parte una majestuosa catedral, en parte una broma gótica con sus fluidas y almenadas curvas de piedra fundidas con el esqueleto de aleación de filamentos, en parte grabado de Escher con sus trucos de perspectiva y sus ángulos imposibles, en parte pesadilla del Bosco con sus túneles, cámaras ocultas, oscuros jardines y sectores prohibidos. Pero, ante todo, ahora formaba parte del pasado de Hyperion.
Pues ahora ya no estaba. Altas pilas de piedra ennegrecida eran el único vestigio de la imponencia de la estructura. Vigas de aleación se elevaban de las piedras como el costillar del cadáver de un gigante. Buena parte de los escombros había caído en las fosas, pasillos y pasajes que entrecruzaban el sótano de aquel monumento tres veces secular. El cónsul se acercó al borde de una fosa y se preguntó si los profundos sótanos estarían realmente conectados —como declaraba la leyenda— con uno de los laberintos del planeta.
—Al parecer usaron un látigo infernal —observó Martin Silenus, empleando un término arcaico que designaba cualquier arma láser de alta energía. El poeta parecía repentinamente sobrio cuando se reunió con los demás—. Recuerdo los tiempos en que el Templo y partes de la Ciudad Vieja eran lo único que había aquí. Después del desastre ocurrido cerca de las Tumbas, Billy decidió trasladar Jacktown hasta aquí por el Templo. Ahora ya no está. Cielos.
—No —intervino Kassad.
Los demás lo miraron. El coronel estaba examinando los escombros. Se levantó.
—No fue un látigo infernal —explicó—. Varias cargas de plasma.
—¿Aún quiere quedarse aquí y continuar con esta inútil peregrinación? —preguntó Theo—. Venga conmigo al consulado —se dirigía al cónsul, pero la invitación abarcaba tácitamente a todos.
El cónsul se alejó de la fosa mirando a su ex ayudante, pero viendo por vez primera al gobernador general de un mundo de la Hegemonía en estado de sitio.
—No podemos, excelencia —objetó el cónsul—. Al menos, yo no puedo —se dirigió al grupo—. No hablo en nombre de los demás.
Los cuatro hombres y la mujer menearon la cabeza. Silenus y Kassad empezaron a descargar los bártulos. La lluvia volvió, como una bruma ligera derramándose desde la oscuridad. El cónsul vio dos deslizadores de combate FUERZA revoloteando sobre los tejados. La oscuridad y el polímero de camuflaje los había ocultado bien, pero ahora la lluvia revelaba sus contornos. Desde luego, pensó el cónsul: el gobernador general nunca viaja sin escolta.
—¿Escaparon los sacerdotes? ¿Hubo sobrevivientes cuando fue destruído el Templo? —preguntó Brawne Lamia.
—Sí —replicó Theo. El dictador de facto de cinco millones de almas condenadas se quitó las gafas y las secó con el faldón de la camisa—. Todos los sacerdotes y acólitos del Culto del Alcaudón escaparon por los túneles. La turba había rodeado este lugar durante meses.
2 comentarios
Bueno ya veo que aunque no te ha entusiasmado como a mí, al menos te ha hecho pasar un buen rato. Espero que la sensación se mantenga o mejore con ‘La caída de Hyperion’
El libro me gustó, pero había oído hablar tan bien de él a todo el mundo que me esperaba más.