Galaxia Gutenberg, 2013. 270 páginas.
Tit. or. La lunga vita de Marianna Ucrìa. Trad. Atilio Pentimalli.
Marianna es sordomuda y por eso su familia cree que tendrá problemas para casarla, pero la colocan con su tío, bastante mayor que ella, con el que tiene un matrimonio que no es feliz, como la mayoría de la época. Tendrá hijos, se aficionará a la lectura, y vivirá como pueda en una época no demasiado amable con las mujeres.
Me ha encantado. Nada que ver con lo que se anuncia en la contraportada que parece una historia a lo Bovary de mujer que encuentra la salvación en la lectura, encuentra el amor y se tira al monte. La protagonista de la historia es una mujer excepcional pero que asume el rol que la época le asigna, y la autora nos refleja todas las miserias de la época sin señalar con el dedo las injusticias que como lectores somos capaces de ver sin que las anuncien.
Todos los personajes están retratados con buen ojo, reflejando sus miserias que, en muchas ocasiones, poco se diferencian de las nuestras. Todos la tratan con conmiseración por su discapacidad, aunque su mundo interior es el más rico de todos.
Muy bueno.
Afuera está oscuro. El silencio envuelve a Marianna, estéril y absoluto. Entre sus manos un libro de amor. Los ojos, dice el escritor, cosechan las palabras como racimos de un parral, y las exprime el pensamiento que gira como la rueda de un molino, hasta que, en forma líquida, se esparcen y fluyen felices por las venas. ¿Es esta la divina vendimia de la literatura?
Palpitar con los personajes que corren por las páginas, beber el zumo del pensamiento ajeno, experimentar la embriaguez postergada de un placer que pertenece a otros. Exaltar nuestros sentidos a través del espectáculo siempre repetido del amor por representación, ¿acaso no es también amor? ¿Qué importancia tiene que este amor nunca haya sido visto cara a cara, directamente? Asistir a los abrazos de cuerpos extraños, pero tan próximos y conocidos gracias a la lectura, ¿no es como vivir ese abrazo, y con un privilegio, por añadidura, el de mantenernos dueños de nosotros mismos?
Una sospecha cruza por su mente: que lo suyo sea solamente un espiar el aliento de los demás. Así como trata de interpretar en los labios de quien está a su lado el ritmo de las frases, persigue sobre esas páginas el hacerse y deshacerse de amores ajenos. ¿No es una caricatura un tanto penosa?
Cuántas horas ha pasado en esa biblioteca aprendiendo a extraer oro de las piedras, tamizando y levigando durante días y días, con los ojos empapados en las aguas turbias de la literatura. ¿Qué ha sacado en limpio? Algún granito de ruda y verrugosa sabiduría. De uno a otro libro, de una a otra página. Centenares de historias de amor, de alegría, de desesperación, de muerte, de goces, de asesinatos, de encuentros, de adioses. Y ella siempre allí, sentada en esa butaca con el cabezal bordado y raído detrás de la cabeza.
La parte baja de los estantes, accesible a las manos infantiles, contiene sobre todo vidas de santos: La sequenza di santa Eulalia, La vita di san Leodegario; algunos libros en francés como Le jeu de saint Nicolás, el Cymbalum mundi; y libros en español como el Rimado de palacio y el Lazarillo de Tormes. Una montaña de almanaques: de la Luna nueva, de Los amores bajo Marte, de La cosecha, de Los vientos, amén de historias de paladines de Francia y algunas novelas para señoritas que hablan de amor con hipócrita licencia.
Más arriba, en los estantes a la altura de los adultos, se pueden encontrar los clásicos: de la Vita nuova al Orlando furioso, del De rerum natura a los Diálogos de Platón, y alguna novela de moda como Colloandro fedele y La leggenda delle vergini.
Estos son los libros de la biblioteca de villa Ucrìa cuando la heredó Marianna. Pero desde que la frecuenta asiduamente los libros se han duplicado en número. Al principio la excusa era el estudio de inglés y francés: por lo tanto, diccionarios, gramáticas, compendios. Después algún libro de viajes con dibujos de mundos lejanos y, por último, cada vez con mayor osadía, novelas modernas, libros de historia y de filosofía.
Desde que sus hijos se han marchado tiene mucho más tiempo a su disposición. Los libros nunca son bastantes para ella. Los encarga por docenas, pero a menudo tardan meses en llegar. Como el paquete que contenía el Paradise Lost, que permaneció cinco meses en el puerto de Palermo sin que nadie supiese adónde había ido a parar. O bien la Histoire comique de Francion, que se perdió en el trayecto entre Nápoles y Sicilia en un bajel que se hundió en aguas de Capri.
Otros los ha dejado en préstamo y no recuerda a quién: como los Lais de María de Francia, que ya nunca regresaron. O el Romance de Brut, que debe estar en manos de su hermano Carlo en el convento de San Martino delle Scale.
Estas lecturas, que se prolongan hasta altas horas de la noche, son fatigosas pero también están cargadas de placeres. Marianna nunca se decide a ir a la cama. Y a no ser por la sed, que casi siempre la arranca de la lectura, proseguiría hasta la mañana.
Un comentario
Gran escritora es Dacia. Otro libro suyo, autobiográfico: Bagheria, es también muy bueno.
Abrazos,
Francisco