David Almazán. Hokusai.

octubre 21, 2022

David Almazán, Hokusai
Sans Soleil, 2019. 236 páginas.

Impresionante edición de las 36 vistas del monte Fuji (que son 46) de Itsu, antes conocido como Hokusai. David Almazán hace una labor excelente poniendo en contexto al autor y explicando cada una de las obras. Mi mecanismo fue mirar la estampa, leer el comentario de David, y volver a mirar la estampa con otros ojos. Lo tomé prestado de la biblioteca y ahora me cuesta devolverlo.

¡Que arte el de Hokusai! Siempre tiene el encuadre perfecto, la composición equilibrada, todas las estampas tienen un elemento humano, en muchas puedes imaginar una historia detrás del dibujo. He seleccionado las dos más famosas y otras dos que me han gustado mucho, pero realmente podía haber puesto cualquiera, no hay ninguna mala.

Hokusai no numeró las estampas así que el orden de las mismas es decisión de quien edita. Por lo general se pone la gran ola la primera por ser la más famosa, pero aquí se ha optado por hacer un recorrido mucho más coherente, que, acompañado con el mapa que se incluye sobre las localizaciones, nos da la impresión de estar realizando un peregrinaje. Si es que todo lo han hecho bien.

Los textos de David no sólo explican, también tienen mucha miga y, en ocasiones, bastante retranca. Dejo una muestra que me ha parecido deliciosa.

Buenísimo.


El arte de la cetrería, takagari en japonés, era una ocupación lúdica de las clases dominantes y en tiempos de Hokusai esta zona de campo próxima a la ciudad era un takaba, esto es, un coto para practicar este tipo de caza. Faisanes, patos, ocas y otros pájaros capturados por las aves de presa eran exclusivos de las clases privilegiadas y los campesinos solamente intervenían como guías y asistentes. Aunque la distancia social entre los cazadores y los campesinos era similar a la de los señoritos y los sirvientes que aquí describió Miguel Delibes en Los santos inocentes, la estampa de Hokusai tiene un tono bucólico, sin tensión alguna. Esta armonía social estaba impuesta por la autocensura de los editores para evitar problemas con el gobierno militar y, cuando un artista lanzaba alguna crítica, siempre era de manera oculta, con juegos de palabras o comparaciones indirectas [Fig. 11.1]. Motivos de crítica había, como, por ejemplo, la incompetencia del gobierno ante grandes hambrunas, como la acontecida entre 1832 y 1836.
En este caso, la idílica escena campestre pudiera estar relacionada con un tema iconográfico, el hatsuyume o primer sueño del año, que Hokusai representó en varias ocasiones en relación con los festejos de Año Nuevo [Fig. 11.2]. En Japón se considera de buen augurio soñar con el monte Fuji, un halcón y unas berenjenas, como reza el refrán Ichifuji, ni taka, san nasubi (“uno, el Fuji; dos el halcón; tres, las berenjenas”). El Fuji es sinónimo de lo incomparable, el halcón es considerado la más poderosa de las aves y un símbolo de prestigio y de buen augurio. Respecto a las berenjenas, cuyo nombre, nasu, suena igual que el verbo “hacer”, quizá se incluye como declaración de buenos propósitos para acometer muchos proyectos. En Shimo-Me-guro aparece el Fuji, dos halcones en los guantes de los dos cetreros y, posiblemente, las berenjenas sean los cultivos que estamos viendo. Generalmente, los expertos comentan esta estampa como una escena campestre, sin este simbolismo, así que quizás me estoy metiendo en un berenjenal al hacer esta asociación con el batsuyume, pero en el ukiyo-e los dobles sentidos y los guiños al espectador son frecuentes.

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