Editorial X, 2001. 80 páginas.
Incluye los siguientes relatos:
Rufus Johnson Brown
En tus ojos
Paseo
El último Rave de Gustavo Solís
En casa de Pauli
Manifiesto socioantropófago.
Cuentos bastante normalitos que intentan ser irreverentes y que. sin estar mal, tampoco van a cambiar el rumbo de la literatura. Creo que el autor ha seguido carrera en la escritura pero veo difícil que pueda seguir su evolución. Este ejemplar o lo compré cuando actué por Guatemala o me lo regaló una novia que tuve de allí.
Se deja leer.
El peligro de la situación le excitaba: era una euforia adictiva.
El silbato volvió a escucharse varias veces, más y más lejano. Aflojó la musculatura, tensa desde el principio. Solamente su mano derecha permaneció empuñada.
“Hijo-de-pu-ta,” murmuró con los dientes apretados. Apenas dicho esto, pensó con rabia que ése no se iba a escapar. A todo esto, el silbato ya no sonó. Echó a correr a todo lo que podía, dispuesta a alcanzarle. Cruzó la calle y enfiló por la 2a. Avenida, segura que así daría más rápido con el policía. Se detuvo un momento, a sacudirse la planta de los pies. Un auto que avanzaba por la 8a. calle rumbo al Anillo Periférico pasó a pocos metros de ella. A pesar de la cercanía, el conductor no la vio y siguió de largo, mientras ella cruzaba la calle y continuaba su carrera frente a la Casa del Niño.
A lo lejos se oía el ladrar de los perros y uno que otro vehículo.
Se detuvo en la siguiente esquina, jadeante y furiosa porque le dolían los píes y no había alcanzado al dueño del silbato. Permaneció unos instantes en la posición clásica del corredor agotado: de pie, con las manos apoyadas en las rodillas, mientras recuperaba el aire y pensaba en qué dirección seguir. Decidió tomar la derecha y subir por la Novena calle. Pasó por detrás del Santuario de la Virgen de Guadalupe, vio de lejos el letrero de Aprofam y siguió hasta la gasolinera de la esquina. Tomó su izquierda y avanzó por la Avenida Elena. Pasó frente a un par de funerarias, en una de las cuales había velorio. Estaba llena de gente, pero nadie se percató de la mujer desnuda que pasó caminando frente a la puerta.
Cruzó la calle del Hospital San Juan de Dios. Un par de niñas de la calle que venían caminando en sentido contrario se cruzaron con ella y al verla soltaron la carcajada.
“¡¿…por qué andás así en la calle, loca?! ¡Te van a ver y te van a coger!,» logró decir la más joven, de unos doce años. La otra, no mayor de catorce, sonrió ante el comentario de su hermana.
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