Ignoro cómo llegó este libro a mi lista de recomendaciones, pero no me ha gustado nada. Enfocada para un público adolescente narra las desventuras amorosas de un grupo de niñas bien que llegan a la conclusión de que el amor es un cuento y que lo mejor que podemos hacer es vacunarnos cuanto antes.
Las historias que se cuentan parten de hechos más o menos realistas (infidelidades, amores interesados, personas manipuladoras), pero son tan planos y estereotipados que no resultan nada creíbles. La autora dedica mucho tiempo a divagaciones sin mucho sentido y poco a poner un poco de carne y hueso a los protagonistas.
Que esté dirigido a un público adolescente no debería ser excusa para no tener un poco de calidad estilística.
Muy flojo.
Tal vez por esa visión suya las clases de música se limitaban a la interpretación correcta de piezas sen cillas pero con encanto para una fiesta, o al acompañamiento de cancioncillas en festividades familiares. La Música, con mayúsculas, recibía el mismo tratamiento que las carreras difíciles. Cosas de hombres, de feas o de pobres cuya aspiración a mejorar su posición resultaba más decente por esa vía que por otras, ilícitas y pecaminosas.
Otra compañera de grupo con despedida de colegio fue Cándida, por fin se hacía realidad el acariciado sueño de largarse, no solo de la pequeña ciudad provinciana, sino del país. ¡Al extranjero! Yo me mordía las uñas con solo imaginarla en alguna ciudad donde pudiera fumar aquellos cigarrillos sin boquilla a plena luz mientras, con un gesto que intenté imitar durante años, recogía las pequeñas hebras de tabaco prendidas en el labio inferior con una pinza de sus dedos; un lugar donde podría vestir como le apeteciera sin siquiera ser mirada como algo peligroso.
Por último mi favorita, Clementina. Por suerte, ella estudiaría en la provincia y podría verla los fines de semana, siempre que su paso por la universidad, estudiaría Derecho, no la alejase de mí, aun con dos años por delante de monjas y obligado uniforme.
El grupo se redujo drásticamente. Y de las que quedaban, yo trataba con especial ahínco de no perder el contacto con Clementina, sin rechazar la compañía do Ana o la de Inés, pero huyendo, por puro instinto, de Paula.
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