MI primer encuentro con Muñoz Molina no ha podido ser más agradable. Una novela negra bien contada sobre un antiguo capitán que debe ir a Madrid en la España de Franco para eliminar a un traidor de una red comunista, como ya hizo en el pasado. Pero los años no pasan en balde y el protagonista no es tan joven, la cosa se complicará y descubrirá que el príncipe de las tinieblas (Beltenebros) puede que no sea quien imagina.
Me ha gustado la prosa, que es la que consigue que una historia que podría contarse en un relato alcance dimensiones de novela y, sin embargo, se lea con placer. No es raro que se haya hecho una adaptación al cine, donde supongo que se perderán las reflexiones del protagonista y, por supuesto, el estilo particular del texto. Tengo más libros del autor en la recámara. Bien.
Calificación: Muy bueno.
Un día, un libro (47/365)
Vine a Madrid para matar a un hombre a quien no había visto nunca. Me dijeron su nombre, el auténtico, y también algunos de los nombres falsos que había usado a lo largo de su vida secreta, nombres en general irreales, como de novela, de cualquiera de esas novelas sentimentales que leía para matar el tiempo en aquella especie de helado almacén, una torre de ladrillo próxima a los raíles de la estación de Atocha donde pasó algunos días esperándome, porque yo era el hombre que le dijeron que vendría, y al principio me esperó disciplinadamente, muerto de frío, supongo, y de aburrimiento y tal vez de terror, sospechando con certidumbre creciente que algo se estaba tramando contra él, desvelado en la noche, bajo la única manta que yo encontré luego en la cama, húmeda y áspera, como la que usaría en la celda para envolverse después de los interrogatorios, oyendo hasta medianoche el eco de los altavoces bajo la bóveda de la estación y el estrépito de los expresos que empezaban a llegar a Madrid antes del amanecer.
3 comentarios
No me está gustando nada este libro. Lo terminaré atropelladamente, para ver cómo termina la intriga. Sin embargo, lo encuentro falso, distante, recargado. El esfuerzo constante del autor por «vestir» sus palabras con literatura consigue estomagarme. Aquí van dos ejemplos de lo que quiero decir:
-El brillo de sus ojos y la blancura de su piel tenían intensidades iguales, COMO UNA DESESPERADA VEHEMENCIA QUE SE NEGARA A SÍ MISMA.
-Había en ella una obediencia sonámbula a los designios de otros, y 5tal vez eera eso, su ensimismamiento DE MUJER DETENIDA EN LA PENUMBRA DE UN CUADRO…
¡Qué barroquismo más feo!
Absolutamente de acuerdo con Francisco. Nada que añadir.
Empecé a leer al escritor con ganas de que me gustara, pero después de dos o tres libros suyos cada vez estoy más de acuerdo con estos comentarios negativos.