Monumental trabajo de entrevistar a prácticamente todas las personas que estuvieron en el nacimiento de internet. Se incluyen códigos QR para escuchar las entrevistas tal cual. Se desmontan muchos mitos, el principal que ARPANet se diseñó con fines militares. Lo podemos saber porque se entrevista a quien la inventó (dejo extracto al final).
La pega que le veo al libro es, en primer lugar, que las entrevistas son más bien un cuestionario en el que las preguntas se repiten, y quizás hubiera sido más interesante cambiar las preguntas dependiendo del entrevistado. La segunda es que al ser una colección es muy poco narrativo (y es muy extenso) así que la única manera de disfrutarlo es ir leyendo poco a poco unas cuantas entrevistas.
Eso sí, la información que contiene es muy valiosa. Se incluyen también entrevistas a pioneros de la red en España.
Bueno.
Como director de la IPTO de ARPA, Taylor necesitaba que alguien dirigiera el proyecto de la red de comunicaciones. Le preguntó a Larry Roberts, que estaba trabajando para los Lincoln Labs del MIT (en Boston), si le interesaba el proyecto, pero Roberts rechazó la oferta durante casi un año. Después, Taylor le pidió a su jefe, Charles Herzfeld (el director de toda ARPA), que llamara al director de los Lincoln Labs para pedirle que le dijera a Roberts que les convendría mucho que Roberts se uniera al proyecto de red en ARPA (hay que tener en cuenta que ARPA financiaba más de la mitad de los Lincoln Labs). El resultado fue que, al poco tiempo, el jefe de Roberts le comunicó que sería aconsejable que aceptara el puesto en ARPA. Aunque Roberts tuvo que ser «chantajeado», pasó a formar parte del proyecto ARPAnet y posteriormente sucedió a Taylor como director de IPTO.
Mencionamos antes otro punto que les encanta a la gente que escribe libros. Hay muchos artículos de revistas y libros que afirman que ARPAnet fue construida para ayudar a los militares. Hace unos años, la revista Time publicó dos artículos, con más o menos un año de diferencia entre los dos, que afirmaban esto. Ignoré el primer artículo, pero después de leer el segundo un año después, les escribí una carta donde les informé de que ARPAnet no fue construida con fines militares. ARPAnet se construyó -y les di la frase que dije antes-«para permitir que la gente con acceso a la informática Interactiva pudiera compartir intereses comunes». En la carta dije: “¿Cómo sé esto? Porque yo soy la persona que tomó esa decisión: construir ARPAnet». No publicaron mi carta en la revista Time. Me contestaron para agradecerme el envío de la carta y asegurarme que sus fuentes eran correctas. Sus fuentes vinieron de muchos otros libros, todos equivocados sobre este punto.
Las dos únicas personas que saben por qué se inició el proyecto ARPAnet somos mi jefe en ARPA, Charles Herzfeld, y yo. Charlie Herzfeld es un buen amigo y he mantenido el contacto con él a través de los años (vive en el área de Washington DC). Él era el director de ARPA cuando yo empecé ARPAnet. Me ha dicho que ha intentado muchas, muchas veces decirle a la gente lo mismo que yo. Pero seguimos oyendo que ARPAnet fue construida con fines militares.
Muchas personas contribuyeron al desarrollo de ARPAnet y había una variedad de motivaciones entre ellas. Algunos pueden haber creído que el fin era ayudar a los militares; otros creían que el propósito era posibilitar que se compartieran cargas informáticas entre los contratistas financiados por ARPA-IPTO. Ninguna de estas fue la razón por la cual inicié el proyecto ARPAnet.
Entre las muchas que podría citar, con la perspectiva de los años me resulta especialmente gracioso recordar que durante las primeras reuniones de RIPE, a principios de la década de los noventa, en uno de los grupos de trabajo nos dedicábamos a dibujar el mapa de Internet en Europa. En aquella época era posible, pues tan solo existían unas pocas decenas de redes IP interconectadas a Internet y todas compartían únicamente tres líneas transatlánticas entre Europa y los Estados Unidos. ¡Nos cabía todo en una hoja! Evidentemente, pronto empezó a complicarse la topología de tal forma que hubo que dejarlo por imposible y suprimir este grupo de trabajo.
► De los primeros años recuerdo también el entusiasmo de los responsables de comunicación de las universidades y centros de investigación tras el establecimiento de su conexión con Internet. En el año 1991, Iñaki Martínez y yo recorríamos la geografía nacional instalando y configurando los primeros routers de conexión a Internet de los jentros (los primeros 20 o 25 los compró RedIRIS como promoción del servicio) y dando las explicaciones y directrices iniciales necesarias. Parecíamos misioneros predicando la «palabra» de Internet.
► Así como las universidades y centros de investigación acogían con entusiasmo la tecnología de Internet, siendo plenamente conscientes de su importancia y trascendencia,fio se puede decir lo mismo de los medios de comunicación ni de los operadores dominantes de la época. En la primera mitad de la década de los noventa fracasamos reiteradamente en nuestro intento de que la prensa y Telefónica mostraran el más mínimo interés por Internet. En general, lo veían como algo bastante esotérico y restringido al mundo académico e
investigador, pero sin mucho futuro fuera de ese ámbito. La aparición en escena del WWW y sus interfaces gráficas (NCSA Mosaic y, posteriormente, Netscape) vino a cambiar radicalmente el panorama. Lo mismo se podría contar de otros gigantes como Microsoft. Para los que conocen Internet desde sus orígenes, resulta insultante que a veces se cite en los medios a Bill Gates como uno de los padres de Internet, cuando durante muchos años Microsoft vivió de espaldas a la red e incluso lanzó iniciativas paralelas que pretendían competir con ella (como la MSN de 1994). Tan solo el avance imparable de Internet hizo que Microsoft, los operadores dominantes y otros gigantes empresariales diesen un giro de 180°, a partir de mediados de la década de los noventa, para alinear su estrategia en la dirección de la tecnología de Internet.
► Uno de los aspectos más conflictivos en los que me he visto involucrado fue el del registro de dominios bajo » .es». Los primeros dominios los dábamos de alta en el DNS mediante una simple llamada telefónica o el intercambio de un par de mails. Ya en 1992 tuvimos que elaborar unas normas mínimas y un primer formulario que, mientras los usuarios del sistema eran mayoritariamente universidades y centros de investigación, funcionó a la perfección. Con el boom comercial de mediados de la década de los noventa nos vimos de repente en RedIRIS en el centro de un huracán, con la responsabilidad de tener que garantizar el funcionamiento y la estabilidad del sistema (vital para los centros de RedIRIS, que en aquel momento suponían el 99% de Internet en España) y a la vez tomar decisiones que afectaban a intereses económicos crecientes, sin que tuviéramos los recursos necesarios ni el más mínimo apoyo legal ni político (ni la DGTel ni nadie de la administración quería hacerse cargo de esta patata caliente). Junto con un amigo mío abogado, elaboramos una normativa de «subsistencia» de registro de dominios, que, basándose en los mismos principios que llevábamos aplicando desde los orígenes, estaba especialmente orientada a evitar el desbordamiento del registro, la piratería de dominios y los conflictos legales, como mejor forma de proteger la estabilidad del sistema DNS y a la propia RedIRIS, dada la total ausencia de un marco legal.
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