Recopilación de anécdotas literarias de escritores bajo diferentes categorías (enfermedades, amoríos, musas…). De poca profundidad y con numerosos errores.
En una comentan que Joyce, por ser impotente, animaba a su mujer a acostarse con otros hombres. Debía ser una impotencia temporal, porque era un pichabrava y un putero, como se dice en otra anécdota posterior del mismo autor.
Critican una reseña literaria en la que un periodista habla de un escritor que murió a los 87 años y luego dice algo que pasó después de los 91 años. Pero unas pocas páginas más adelante dice que Camus murió con 44 años y al lado hay una imagen de la tumba donde se lee 1913-1960.
La peor se refiere a Cervantes, cuando afirma que alardeaba de un muñón. Poco podía alardear, porque aunque perdió el uso de la mano no llegaron a amputársela.
Pero como digo lo malo no es que algunas anécdotas tengan errores, lo peor es que tienen poca gracia. Típico libro de refrito de otras fuentes que con mejor material puede llegar a algo, pero que en este caso se queda en entretenimiento intrascendente.
La costumbre de algunos escritores de ayudarse del alcohol para evocar a las musas no es tan reciente como pueda parecer, sino que se remonta, al menos, hasta la Antigua Grecia. Uno de los primeros casos documentados fue el del dramaturgo y maestro de la sátira Cratino, que en el año 423 a.C. se enfrentó en un concurso a su archienemigo Aristófanes, después de que este último le acusara de borracho en su comedia Los caballeros. Cratino resultó vencedor con su obra La botella, una comedia repleta de escenas obscenas y escatológicas en la que ridiculizaba a los dioses y en la que sostenía: «El que no bebe más que agua nunca creará nada que merezca la pena».
En una época en la que andaba corto de dinero, Alexander Pushkin recibió la visita de su zapatero. Convencido de que quería que saldara las deudas que tenía con él, el escritor ruso le advirtió inmediatamente que no podía pagarle. El artesano replicó: «No he venido por eso, sino para ofrecerle cincuenta rublos». Según parece había creado un nuevo betún para los zapatos y quería comprar un verso escrito por el autor. «Me gustaría imprimir en la caja ‘más claro que el día y más oscuro que la noche’». Pushkin no se lo pensó dos veces y aceptó la oferta con entusiasmo.
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