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Nueva dimensión 67
Dedicado a la ciencia ficción australiana, con algunos relatos de gran calidad. Me quedo con El clima del mundo subterráneo, distopía desasosegante y bastante actual y Siempre hay un tramposo, donde múltiples relatos aparentemente desconectados se acaban ligando y cobrando sentido en el tramo final. Curiosos son también el relato de alguien con miles de años y los colonos de un planeta donde los autóctonos ejercen una curiosa influencia sobre las mujeres.
Bastante bueno,
—Co-Ord necesita todo un departamento sólo para vigilar Instravel —dijo Sac-pole—. Necesitamos mantener una vigilancia constante para rastrear las pulsaciones breves de los contenedores Instravel no autorizados que traen inmigrantes ilegales e indeseables; para vigilar las instalaciones privadas del tipo BIE (Billetes de Ida para la Eternidad); para frustrar cualquier tentativa de grupos exteriores que, por razones políticas o privadas, administran, oscilaciones descontroladas de dispersión con el fin, bien de lograr la desintegración permanente del viajero, bien de desorganizar su reagrupación hasta el punto de que sean necesarios luego meses de calibraciones permutadas para reconstruirlo.
»Además, al margen de la interferencia deliberada, hemos de ocuparnos de la víctima voluntaria. El último culto a que se entregan los adolescentes es la integración mutua. Lo que constituye un problema grave cuando logran introducirse en el mismo contenedor un chico y una chica. Separar a los que logran hacer esto exige luego meses de trabajo de una computadora para dividir, valorar y reajustar correctamente…
El señor Traff contempló horrorizado al nuevo paciente que introducían por su puerta. Era un grotesco pulpo humano, dos cuerpos fantásticamente fundidos. Se estremeció ante las incongruentes sonrisas de dos rostros adolescentes.
Una mano se posó en su brazo.
—Intentaremos colocarle correctamente
las uñas de los pies en la parte superior, donde han de estar, señor Traff.
El señor Traff hizo un gesto señalando al fondo del pasillo.
—¿Qué… era eso?
—¿Eh? Ah, eso: Una pareja de crios. Es la tercera en dos semanas. La nueva manía que les ha dado. Le llaman integración.
—¿Adonde vamos? —preguntó Naomi.
—A mi casa —dijo Clive Mossy.
—¿A tu casa? No, gracias. Yo quiero ir a la mía.
—Sólo a echar el último trago —dijo Clive.
—No —dijo ella con firmeza—. Te conozco a ti y a tus últimos tragos. Ya he tomado algunos. De eso nada. Llévame a casa. A mi casa.
Clive hizo una mueca.
—Está bien, como quieras —dijo; su pie apretó el pedal de control.
Naomi frunció el ceño. Meneó la cabeza.
—¿Qué pasa, querida? —preguntó Clive.
Ella se llevó las manos a las sienes.
—Yo… no sé.
—¿Jaqueca? Enseguida llegaremos a casa.
—No —dijo ella—. No es jaqueca. Es… —volvió hacia él un rostro angustiado—. No puedo pensar. Qué extraño. Mi mente… Mi mente se ha quedado en blanco…
Clive empezó a tararear.
—Han sido muchas emociones, querida —dijo con una sonrisa—. Ya estamos en casa. Podremos tumbarnos y descansar. Solos al fin.
—¿Solos al fin? Un momento. ¿Quién es usted? ¿Qué pasa aquí?
Clive detuvo el aparato en la rada de la tercera planta. La rodeó con un brazo.
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