Luis de Caralt, 1976. 224 páginas.
Tit. or. The alien condition. Trad. María Victoria Lentini y Joaquín Adsuar Ortega.
Incluye los siguientes relatos:
El lamento del Keeku, Kathleen Sky
Alas, Vonda N. Mclntyre
El imperio de T’ang Lang, Alan Dean Foster
Una salida, Miriam Alien deFord
El Oyente sordo, Rachel Cosgrove Payes
Las barras de hierro no forman la jaula C. F. Hensel y Stephen Goldin . .
Actividad patrullera rutinaria, Thomas Pickens
La llamada de auxilio de Kerlyana William Carlson y Atice Laurance .
El ingeniero de seguridad, S. Kye Boult
Amar es el Plan el Plan es morir, James Tiptree, Jr
Las últimas noticias de Sigma Corvi Edward Wellen
Cuyo título original La condición alienígena explica mucho mejor el contenido. Todos son relatos desde el punto de vista de inteligencias extraterrestres, con algunas ideas rarísimas y muy originales. No digo que sean relatos excelentes ni que algunos hayan envejecido regulero, pero por lo menos se salen de la norma. La tercera parte del libro es El ingeniero de seguridad que plantea un mundo muy interesante pero la historia me aburrió soberanamente.
Sorprendente El lamento del Keeku, alienígena total, El Oyente sordo con esas moléculas llamadas a la rebeldía o el fantástico Amar es el Plan el Plan es morir de una Tiptree en estado de gracia.
En general, bueno.
Te vi.
Siempre te veré. Bailando en el fuego verde, mi diminuta estrella roja. ¡Tan brillante! ¡Tan pequeña! ¡Tan perfecta! ¡Tan valiente! Te conocí, oh, sí, te conocí desde ese primer instante, mi mora de la madrugada, mi hermana minúscula escarlata. ¡Roja! Una pequeña roja, más pequeña que el menor de mis ojos. ¡Y tan valiente! El Viejo lo dijo. El rojo es el color del amor.
Te veo atacar a un saltador que tiene dos veces tu tamaño, mis ojos se estiran mientras lo persigues chillando ¡Lilili! ¡Lili-li-i! con furia infantil. Oh, poderosa cazadora, no sabes que alguien está mirando tu pequeña y tierna piel del amor. ¡Oh, sí! Es del rosa más claro, apenas una pincelada de rosa. Mis mandíbulas chorrean, el mundo resplandece y retrocede.
Y entonces Frim, el pobre tonto siente que estoy detrás de él y se vuelve. ¡Pero qué Frim! Las bolsas de la garganta se le hinchan y se vuelven moradas, sus placas se preparan como las nubes de la madre de las tormentas. Sus espuelas brillan y repican. Su cola amenaza.
— ¡Es mía! -aulla-. Apenas puedo comprenderlo. Salta directamente hacia mí.
— ¡Detente, Frim, detente!-grito, apartándome, sorprendido. Hace calor… ¿Cómo puede Frim ser tan violento, violento como para matar?
— Hermano Frim -le digo suavemente. Pero algo marcha mal. También mi voz aulla. Sí, hace calor y sólo quiero calmarlo; estoy lleno de amor, pero el rugido de matar me invade, también yo me hincho, repiqueteo, amenazo. Invencible. Aplastar, desgarrar…
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