Páginas de espuma, 2000. 204 páginas.
Esta editorial tiene varios volúmenes de cuentos temáticos, en este caso alrededor del tren. Figura metafórica en sí misma y que da mucho juego. La lista de los relatos es la siguiente:
Final del juego, Julio Cortázar
En el tren, Alonso Ibarrola
El tren, Javier Delgado
Viator, Juan Benet
Trencamaleón, Guillermo Samperio
Paso a nivel sin barreras, Julio Llamazares
La locomotora, Virgilio Pinera
Papá Noel, Julio Frisón
El guardagujas, Juan José Arreóla
El andén de nieve, Carlos Castán
El aliso, Luis Mateo Diez
Un placebo llamado María López, Carme Riera
¿El tren para Irún, por favor?, Hipólito G. Navarro
Breve historia, José Antonio Muñoz Rojas
Un viaje en tren, Héctor Tizón
La estación del diablo amarillo, Julio Ramón Ribeyro
Los antiguos viajeros, Adriano González León
Una mujer que huye por los túneles,Gonzalo Torrente Ballester
La gran noche de los trenes, Sara Gallardo
Como en toda compilación de estas características de todo hay. Algunos son excelentes; el que abre de Cortázar y el que cierra, de Sara Gallardo entre ellos. La estación del diablo amarillo que ya había leído es muy destacable. Me ha gustado hasta el de Juan Benet, alejado de su estilo alambicado y muy socarrón.
No he visto ninguna reseña navegando por ahí, pero es muy recomendable.
Calificación: Bueno.
. Lijadas por la arena, las ruedas se gastaron hasta los ejes. Los viajeros pasaron tanto tiempo juntos, que de las obligadas conversaciones triviales surgieron amistades estrechas. Algunas de esas amistades se transformaron pronto en idilios, y el resultado ha sido F., una aldea progresista llena de niños traviesos que juegan con los vestigios enmohecidos del tren.
-¡Dios mío, yo no estoy hecho para tales aventuras! -Necesita usted ir templando su ánimo; tal vez llegue usted a convertirse en héroe. No crea que faltan ocasiones para que los viajeros demuestren su valor y sus capacidades de sacrificio. Recientemente, doscientos pasajeros anónimos escribieron una de las páginas más gloriosas en nuestros anales ferroviarios. Sucede que en un viaje de prueba, el maquinista advirtió a tiempo una grave omisión de los constructores de la línea. En la ruta faltaba el puente que debía salvar un abismo. Pues bien, el maquinista, en vez de poner marcha atrás, arengó a los pasajeros y obtuvo de ellos el esfuerzo necesario para seguir adelante. Bajo su enérgica dirección, el tren fue desarmado pieza por pieza y conducido en hombros al otro lado del abismo, que todavía reservaba la sorpresa de contener en su fondo un río caudaloso. El resultado de la hazaña fue tan satisfactorio que la empresa renunció definitivamente a la construcción del puente, conformándose con hacer un atractivo descuento en las tarifas de los pasajeros que se atreven a afrontar esa molestia suplementaria. -¡Pero yo debo llegar a T. mañana mismo!
No hay comentarios