Articulado en torno a las cuarenta preguntas que la oficina de inmigración realiza a los niños que intentan entrar en EEUU nos va desvelando las terribles historias que les ocurren en el duro proceso de entrar ilegalmente, intentar conseguir la ciudadanía y lo que pasa después.
De terrible actualidad porque si bien Obama activó la deportación exprés para estos niños, Trump ha ido un paso más allá en la terrible inhumanidad de tratar a las personas como ganado.
Se me hace difícil explicar lo mucho que he llorado leyendo este libro, totalmente aplicable a las fronteras que estamos poniendo en Europa. Somos miserables.
Muy recomendable.
Las estadísticas de lo que ocurre en el tramo mexicano de la ruta de los migrantes cuentan por sí solas historias de terror.
Violaciones: el 8o % de las mujeres y niñas que cruzan el territorio mexicano para llegar a la frontera con Estados Unidos son violadas en el camino. Las violaciones son tan comunes que se dan por hecho, y la mayoría de las adolescentes y adultas toman precauciones anticonceptivas antes de empezar el viaje hacia el norte.
Secuestros: en 3011, la Comisión Nacional de Derechos Humanos en México publicó un informe especial sobre casos de secuestros de migrantes, en donde reportó la escalofriante cifra de 11 333 víctimas de secuestros ocurridos entre abril y septiembre del año 2010 —un período de sólo seis meses.
Muertes o desapariciones: aunque es imposible conocer la cifra real, algunas fuentes estiman que desde 2006 han desaparecido más de 120 mil migrantes en su tránsito por México.
Más allá de las aterradoras pero abstractas cifras, hay historias concretas. En el 2010 ocurrió uno de los eventos que más marcó nuestras conciencias, y que sin duda supuso un parteaguas en términos de cómo se percibía tanto en México como en el resto del mundo la situación real de los cientos de miles de migrantes que cruzaban el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos. El 24 de agosto de 2010 se encontraron los cadáveres de 72 migrantes centroamericanos y sudamericanos amontonados unos encima de otros, en una fosa en un rancho de San Fernando, Tamaulipas. Algunos de los cadáveres mostraban marcas de tortura. Todos habían sido perforados por balas en el cráneo, disparadas a espaldas de la víctima.
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