Ponent Mon, 2009. 164 páginas. Impresionante ejercicio de exorcismo emocional. Al autor de este cómic se le suicida el hijo y para poder afrontar el problema decide vomitar sus sensaciones y vivencias en estas páginas. El dibujo y el tono son de historia cómica, y algunas de las viñetas -que rozan el absurdo- pueden arrancarnos una sonrisa. Pero detrás está todo el rato palpitando la tragedia. Desde cuando sale a la calle y en frente de la portería está la silueta con tiza del cuerpo de su hijo, hasta la conversación en el metro porque se ha suicidado alguien. De sus problemas con las terapias y la medicación al deterioro de su relación de pareja. A mí, en algunos momentos, me ha provocado escalofríos. En otros, como ya he dicho, alguna sonrisa. Muy recomendable.