Trampa ediciones, 2020. 128 páginas. En su 30 cumpleaños Rebeca Linke se corta la cabeza, se la vuelve a poner, y sale desnuda a la calle, se interna en un bosque e irá sembrando un aliento de deseo, de angustia, un sacudir de la consistencia del mundo. En el prólogo me la comparan con los cantos de Maldoror (que no me gustaron) y con Clarice Lispector (que tampoco es santo de mi devoción) y tenía miedo de que no me gustara. Pero no, sí que comparte espíritu con las obras dichas pero su prosa me ha gustado mucho más, las imágenes son más poderosas y desasosegantes, hay poesía pero sin ser empalagosa y, en conjunto, es un libro que no se entiende cómo está olvidado en un rincón de la historia. No sólo he disfrutado de su lectura, es que sus palabras son semillas que germinan en tu mente, haciendo crecer árboles cuyas raíces establecen amistades y flores de un olor que trastoca los sentidos. Muy bueno. Él había optado ya por el silencio, pensando en los demás que esperarían turno. Pero ella parecía estar en ese momento dialogando por encima con alguien que no era él, aunque se lo…