Silex, 2014. 286 páginas. Lo confieso: caí como un bendito. La historia de la vampira del Raval era muy atractiva. El secuestro de una niña conduce a la policía al domicilio de Enriqueta Martí. Allí encuentran una escena dantesca, varios huesos de niños. La vampira secuestraba niños para con su sangre hacer remedios para la alta burguesía, e incluso proporcionaba infantes para prácticas sexuales. Muere en la cárcel en extrañas circunstancias impidiendo que delate a nadie. Atractiva, pero con todos los ingredientes de una leyenda urbana. Ha tenido que venir Jordi Corominas a realizar una excelente investigación de los hechos, contrastando informes policiales, buceando en las hemerotecas y, en fin, mostrando que la verdad es más prosaica y mucho más aburrida. Ni vampira, ni niños muertos. Los huesos encontrados en los diferentes domicilios eran de animales. No se pudo probar ningún crimen, salvo el secuestro de Teresita -a la que no le hizo ningún mal-. Murió en la cárcel de cáncer de útero; ni envenenada, ni asesinada. Las leyendas urbanas tienen la fuerza de una buena ficción basada en hechos reales, pero, por desgracia, no son nada más que eso: pura ficción. El retorno a la normalidad no hizo mella…