Valdemar, 2012. 290 páginas. Gemma Montbrió es mestiza, hija del dueño del circo y de una acróbata china. A través de sus ojos seguiremos las peripecias de su circo a principios del siglo XX, rodeados de fenómenos asombrosos, misterios sobrenaturales y una búsqueda incesante de satisfacción. El argumento no es excesivamente elaborado, tras contratar a una niña santa budista pero barbuda hacemos diferentes paradas con el circo (Londres, donde conocerán a Darwin, París, con su bohemia y asociaciones secretas) hasta el enigmático final. Su fuerza está en el ambiente, en esos personajes estrafalarios pero creíbles y llenos de fuerza, en la caricia mística que se adivina pero nunca estalla. Un mundo muy bien construído por el que da gusto pasear. Otra reseña: Lucifer Circus. Recomendable. Así que, tras despedirnos de Van Paalen y la gente de la granja, que se había portado con nosotros con tanta amabilidad, cabalgamos con Melayu y sus criados por caminos de arcilla empapada, que se pegaba a los cascos y las patas de los caballos dificultando la marcha, y a través de extraños paisajes punteados por pequeños volcanes azules. íbamos calados hasta los huesos la mayor parte del tiempo por chaparrones que nos mantenían empapados…
Valdemar, 2000. 440 páginas. Incluye los siguientes relatos: I. LA CARRETA DE LAS OSAMENTAS Mater Tenebrarum Tristes Ayes del Águila Mejicana Las novias inmóviles II. EROS MELANCÓLICO Anfiteatro Balneario El mejor abono ¿Qué demonios? Días de perros Artículos de piel Mascarilla III. LA MUERTE SOBRE RUEDAS Amigo del hombre Los ojos azules La chica de la moto La autora es una maestra a la hora de dibujar unos paisajes oscuros y asfixiantes, y unos personajes que se mueven entre la crueldad y el miedo. Quizás el único defecto es que a las tramas les falta algo de cierre, pero cuando el relato es redondo (pienso en El mejor abono) el resultado es impresionante. Muy recomendable. —¡Sí, como una vieja…! Tú debías haberte hecho novio de la Martina, que a ésa, con tal de pescar marido, no le hubiera importado nada. ¡Bien que lo demostró, la mosquita muerta! Oí el golpe seco de una bofetada y un sollozo. Por la rendija vi que la chica se separaba de él y echaba a correr. Él no la siguió. Se quedó quieto un momento, y luego se dejó resbalar hasta quedar sentado en el suelo, con la cara entre las manos. Lloró largo…