Icaria, 2007. 348 páginas. Tit. or. Simion liftnicul. Trad. Francisco Javier Marina Bravo. Radiografía de un bloque de pisos, con sus historias y sus miserias. El ascensor no funciona, pero no por motivos técnicos, sino porque uno de los vecinos, Simion, ha decidido quedarse a vivir allí como moderno estagirita. Me costó mucho llegar a la mitad del libro. En teoría es comedia, pero yo no le veía la gracia, y creo que no hay nada peor que leer algo cuyo humor no entiendes o no va contigo. A partir de la mitad del libro se anima un poco, sobre todo en la parte final, pero no tanto como para recomendarlo. Ni siquiera el retrato de esa sociedad postcomunista ha bastado para mantener el interés. No me ha gustado. Aquí la única reseña que he encontrado por ahí: Un santo en el ascensor. Al final, el ángel desapareció y no volvió a recoger los zapatos remendados. Simion los colocó en una balda situada justo enfrente del banco donde trabajaba. Cuando lo asaltaba alguna pregunta más complicada sobre los problemas de la vida hablaba con ellos, como si supieran la respuesta que habría dado su dueño. Eso sí, no se dirigía…