Mondadori, 2011. 200 páginas. La enfermedad del padre provoca que el narrador de la historia bucee en sus viejas carpetas a la búsqueda de su verdadera identidad, vestigios de un pasado que ya se había desvanecido. Tenía muchas ganas de leer algo de este autor, que algunos blogs justicieros tildaban de bluf. Lo cierto es que me he encontrado una prosa muy cuidada y una historia emotiva. Me ha gustado mucho. Muy recomendable. En ella aparecía mi padre aunque, desde luego, no era mi padre justamente, sino quienquiera que él había sido antes de que yo lo conociera: tenía el cabello moderadamente largo y unas patillas y sostenía una guitarra; a su lado había una joven de cabello largo y lacio que tenía un gesto de una seriedad sorprendente, y una mirada que parecía decir que ella no iba a perder el tiempo porque tenía cosas más importantes que hacer que quedarse quieta para una fotografía, tenía que luchar y morir joven. Yo pensé: Conozco este rostro, pero después, al leer los materiales que mi padre había reunido en esa carpeta, pensé que yo no lo había conocido, que no lo había visto jamás y que hubiera preferido seguir sin…