Pan de letras, 2013. 160 páginas. Escrito por Tomasa Tajuña -de la que no es destripar nada decir que es un heterónimo de Óscar Torre y su proyecto Manada pesonal– ofrece un manual de autoayuda para disfrutar de la ciudad de Barcelona aunque seas pobre. Consejos bienintencionados pero en muchas ocasiones salvajes con los que se va colando una buena dosis de crítica social. Como punto en contra comentar que el dibujo del personaje está tan bien conseguido que acaba resultando desagradable. Bestia y divertido. El trueque es un invento de hace muchos años ya, y funciona, está muy comprobado por grandes comerciales que se dedicaban a eso en el Mar Mediterrani. ¡ERES POBRE PERO PUEDES CONSUMIR MUCHAS COSAS! Ahora mismo es muy importante no olvidar este comercio porque las posibilidades son infinitas, o casi, eh, amiga varón, o /amella. En los episodios que vienen por delante te digo cómo encontrar muchas cosas que existen, con materia, sí, y a lo mejor encuentras en la calle una caja de música con una muñeca que baila y tú lo que quieres es carbohidratos, por ejemplo, pero seguro que a otro pobre le hace ilusión la bailarina con música, entonces lo coges…
A estlibol, 2013. 190 páginas. En los márgenes de la industria editorial más conocida se encuentran, de vez en cuando, hermosas flores. Libros de calidad que nada tienen que envidiar a los reseñados en suplementos literarios. Literatura con mayúsculas escondida en el arrabal. Es el caso de este libro, una joya trufada de recursos metaliterarios y que deja un sabor de boca excelente. Supuestamente es la obra de un negro literario encargada por uno de los personajes, pero las historias se van mezclando hasta llegar a un final apoteósico digno del mejor Aira (no del malo). Por desgracia no hay ninguna referencia en la red, pero pueden comprarlo y leerlo aquí: Del sol y las gallinas. Merece la pena. El buzón del piso de Erinias estaba lleno; colgaban cartas y folletos publicitarios de la ranura, incrustados de cualquier manera. A Alejandro se le ocurrió comparar el buzón con un tren indio, de la India, repleto hasta la bandera y con pasajeros colgando de las puertas y de las ventanas. El nombre del inquilino estaba grabado en una plaquita plateada: Don Eduardo Espuela Espinosa. Así que no se llama Erinias, claro, es un mote. Y el perro… Pensó en subir al…