451 editores, 2007. 110 páginas. La idea de partida me resultaba muy interesante, versionar el cantar del Mío Cid en los tiempos modernos. Incluso en el prólogo Orejudo plantea un esquema de posible cuento (está en el final) que tenía muy buena pinta. Me costó horrores conseguir el libro. Y una vez leído, decepción total. Los tres escritores al cargo son solventes y esto es, con toda seguridad, lo peor que he leído de ellos. Historias sin ninguna gracia escritas de una manera correcta pero gris. No sé si es que no les apetecía mucho el proyecto o que les pagaron poco. Malo. Sí, eso es: les va a poner una demanda, un juicio con un tribunal. Yo lo veo así: a los pijos del Rosales, nosotros podemos partirles la cara si nos la juegan, ¿verdad? Sí, pero al final no vamos a ser nada más que los macarras del colegio público. Los pijos del Rosales nos seguirán partiendo la cara una y otra vez, durante toda nuestra vida, cuando les dé la gana, nos partirán la cara cada vez que no podamos comprar un piso, cuando nos pongan en lista de espera para operaciones en la Seguridad Social, en…
Alfaguara, 2005. 302 páginas. Tenía vagas referencias del autor y quería leer algo suyo; por suerte encontré esta novela suya de saldo que ha sido toda una sorpresa. Son dos historias enfrentadas. Una, personal (y posiblemente autobiográfica) la relación del protagonista con un celoso patológico. La otra, una historia real que acabó en homicidio en la que también están involucrados los celos. Veo dos ejes claros en esta novela. La primera esa mezcla de realidad y ficción que lleva tiempo practicando Carrère (que ahora por suerte está de moda). Mientras nos cuenta el caso que ha investigado y que es el núcleo fuerte de su obra aprovecha para intercalar y contraponer su propia historia que va por cauces similares. El segundo eje es uno que he comentado varias veces con un amigo mío: no puedes tener una pareja que no esté bien, piscológicamente hablando. Ya es difícil llevar una relación adelante cuando los dos son relativamente normales (aunque todos tengamos nuestras manías). Valga como botón de muestra el caso que nos cuenta el autor. La mujer de la pareja era una celosa patológica, injustificadamente, porque su marido no le era infiel. Pues llegó a contratar a una prostituta para que…