Letrame, 2024. 98 páginas. Poemario que busca nuevos horizontes, de ahí su nombre, y que realmente no da ninguna facilidad al lector. Las imágenes que aquí se presentan son poderosas y conforman un imaginario al que hay que atacar con pico y pala para descubrir los tesoros que encierran. Con una voz propia muy particular, en la que se mezclan alusiones a desgracias contemporáneas como el tiktok y la metafísica y la angustia sobre la muerte. Donde la lujuria descarnada convive con las referencias a la Grecia clásica. Pero no en un amontonado desorden, sino en un equilibrio que nos fascina por lo impensable. El autor interpela, pregunta, no sabemos si a Dios, a él mismo, o al lector, pero la respuesta queda en el margen, mientras nosotros transitamos por un mundo sorprendente que nos deja con la boca abierta. Muy bueno. Vivo como cualquier Dios que muere por fastidiar y no morirme. Cumplo una edad que echada para atrás se aterra ante una residencia. Discurro entre crisis y quimeras tiradas a la basura —las cenizas, los polvos asesinados—. Transito entre ratas y muchas personas sin verme. Disculpo al mierdoso destino con un verdejo muy frío. Aprieto al timbre con…