Siruela, 2001. 188 páginas. Trad. Francisco Torres Oliver. Ya habÃa reseñado Memorias de abajo, pero esta edición incluye algunos cuentos de La casa del miedo y El pequeño Francis (casi una novelita), además de contar con ilustraciones de Ernst, láminas con fotos de la autora y algún cuadro. Nos da una imagen más completa de la autora, aunque si lo que quieren es conocer su vida pueden leer la fabulosa Leonora. Los cuentos van en la onda de los surrealistas, con historias parecidas a las primeras de Vian o algunas de Gómez de la Serna. Crean ambientes donde lo ilógico es la norma y en ocasiones son bastante desasosegantes, porque parece que te estén quitando continuamente el suelo de los pies. Son temas y tramas del siglo XIX pero cabeza abajo, como esos collages que hacÃa Ernst con grabados antiguos y que ya no significaban lo mismo. Relatos que en pequeñas dosis gustan, pero que, personalmente, me acaban cansando. Bueno. El tÃo Sam Carrington CADA vez que el tÃo Sam Carrington veÃa la luna llena no podÃa parar de reÃr. La puesta de sol tenÃa el mismo efecto en la tÃa Edgeworth. Entre los dos hacÃan sufrir mucho a mi…
Alpha Decay, 2017. 86 páginas. Tit. or. Down Below. Trad. Francisco Torres Oliver. La pintora Leonora Carrington no se limitó, como sus compañeros surrealistas, a tratar temas onÃricos. Se metió de lleno en la locura y, al escapar de los horrores de la segunda guerra mundial recaló en la España de Franco. Allà se le diagnosticó y encerró en un sanatorio mental. Este breve libro es una descripción de esa experiencia. No esperen un relato de horrores psiquiátricos. Se trata del punto de vista de una persona cuya percepción de la realidad está completamente distorsionada. Es la narración de un sueño que transcurre en la vida real. Sabiendo que no es invención, que estamos ante un diario alucinado, se me han puesto los pelos de punta. Muy recomendable. Subà corriendo a la azotea del hotel y lloré, contemplando la ciudad encadenada a mis pies, una ciudad que era mi deber liberar. Bajé a la habitación de Catherine y le pedà que me mirara la cara; le dije: «¿Te das cuenta de que es la imagen exacta del mundo?». Ella se negó a escucharme y me sacó de su habitación. Baje al vestÃbulo del hotel y, entre la gente, encontré a…