Fulgencio Pimentel, 2014. 298 páginas. Lauzier es un grande. Dibujó como nadie la sociedad de su época. Su crítica del postureo de izquierdas y derechas, de las élites intelectuales y de los movimientos revolucionarios, del mundo de la publicidad y del cine, de las apariencias en general, tiene una mala baba y, lo que es mejor, una gracia insuperable. Hay historias y viñetas para enmarcar. El convencido de derechas y de izquierdas que, en un bar, constatan que han sido unos pringados por seguir fielmente las consignas de partido. El adolescente rebelde de familia bien que no consigue hacer enfadar a su familia. Las relaciones de pareja como juegos de poder. Leer a Lauzier te quita muchas tonterías de la cabeza. Su humor ácido disuelve el óxido mental que provoca tomarse determinadas ideologías demasiado en serio, y ayuda a discernir el trigo de la paja. Curiosamente, a pesar de los años transcurridos, su mensaje no ha envejecido lo más mínimo. Corran a leerlo, no se arrepentirán.