Dolmen, 2010. 246 páginas. Tras una guerra mundial en la que se han utilizado todo tipo de armas, incluyendo las biológicas, apenas hay supervivientes. En la ciudad de Bangor se encuentran Peter y su hija pequeña y su antiguo amigo Patrick. Más allá de la monotonía y la falta de esperanza los días transcurren sin sobresaltos, hasta que llega a la ciudad el peligro. Cuando leo ciencia ficción, novela negra o terror no pido en el texto alardes estilísticos. Me basta con que la idea se cuente de una manera solvente. Lo que no es el caso de este libro, que tiene momentos de vergüenza ajena. Si le sumamos el abuso de tópicos y lugares comunes el resultado es un libro que aunque ágil en más de una ocasión me ha arrancado la risa, y no es de humor. Al principio los zombies eran tontos y lentos, después rápidos, más tarde inteligentes, y ahora rápidos, inteligentes, camaleónicos y musculosos. Nuestros protagonistas lo tendrían crudo si no fuera por el viejo truco del deus ex machina. No quiero excederme en las críticas ni hacer spoilers, pero no me ha gustado nada, empezando por el prólogo y sus arranques en falso, siguiendo…