Demipage, 2012. 70 páginas. Había escuchado en la radio el poema que reproduzco al final, y tomé prestado el libro sólo por volver a leerlo. El resto del libro no me importaba demasiado, la poesía y yo nunca hemos hecho buenas migas. Gran error. He devorado los poemas como Saturno a sus hijos, y me he burlado de la muerte como el niño que ve el vuelo de la lechuza. Y me he mirado en el espejo de Susana y los viejos, que somos y seremos nosotros. Me he sentido frágil, y despierto, humano en definitiva. Que es como debemos sentirnos ante el arte, la razón de lo que somos. LOS PINTORES 1. Cobalto para el azul, cardenillo para el verde, para el amarillo trisulfato de arsénico, antimonio para el negro. Aprendieron a mezclar los colores y el aceite, recetas secretas, la cantidad precisa para cada veladura. Lo aprendieron todo y sobre todo aprendieron a no ver lo que no debían. Pintaban pechos, nalgas, pubis sospechosamente impúberes, tan perfectos que dan ganas de alargar la mano; héroes triunfantes, dioses en todas las posturas, emperadores, papas, perritos de compañía, las tierras conquistadas por la ley del más fuerte. El brillo del…