Seix Barral, 2005. 192 páginas. El regreso de un profesor a su ciudad natal Cuévano (trasunto de Guanajuato) para hacerse cargo de un puesto en la universidad hará que retome antiguas amistades, emprenda nuevos amores (algunos aparentemente imposibles) y que vuelva a un mundo pequeño donde todo el mundo se conoce. El excelente prólogo de José Manuel Fajardo afirma que este libro es mejor que Las muertas, que ya hemos comentado por aquí, y ni de lejos. Es un libro mucho más fresco y divertido, pero por desgracia también más intrascendente. Pero sigue siendo una delicia, a medida que avanzas en sus páginas y te impregnas del espíritu del pueblo, más gracia te hace las historias que van sucediendo. Tiende detalles muy graciosos que me han hecho disfrutar de lo lindo y teniendo en cuenta que el protagonista es el propio autor apenas camuflado (incluso dentro del libro anuncia su proyecto de escribir el libro de las muertas) no es difícil imaginar que el resto de personajes tendrán algo que ver con personas reales. Muy bueno. Las sorpresas están a cargo del dueño. Don Leandro es el único comerciante de Cuévano que tiene respeto por las cosas del espíritu —es…
RBA, 2009. 176 páginas. Recreación de un caso real de los años sesenta, cuando se descubrieron los cadáveres de varias prostitutas enterradas en los corrales de diferentes burdeles propiedad de dos hermanas que ejercían de madrotas (madames). La venganza de una de ellas contra un antiguo amante es el disparador que provoca su caída. Novelón donde los hechos no molestan a la perspectiva del autor que nos presenta un mundo sórdido, lleno de crueldad, unas condiciones de vida infrahumanas de unas chicas atraídas con engaño al mundo de la prostitución y que quedan al servicio de dos hermanas sin escrúpulos. Me fascina -y horroriza- los detalles que casi pasan desapercibidos pero que en dos líneas te pintan el ambiente, como muestra este párrafo: Le dio un peso a cada una para que comieran. A las mujeres les extrañó la orden, pero la obedecieron. Las cuatro se fueron caminando por la calle Cuauhtémoc y pasaron por un taller mecánico en donde trabajaban tres muchachos que las conocían, que al verlas pasar las siguieron “diciéndoles groserías”. Ellas salieron del pueblo y se fueron rumbo al ojo de agua, en donde los muchachos las alcanzaron y “abusaron de ellas” detrás de unos carrizos….