Planeta, 1982. 210 páginas. Por no mencionar al perro Tenía muchas ganas de conseguir este libro. Tenía una versión electrónica incompleta (que pueden encontrar aquí: Jerome K. Jerome) tan tramposa que incluye la palabra ‘FIN’ cuando en realidad no es ni la cuarta parte. Después de leerme cuatro veces Por no mencionar al perro, de Connie Willis (por cierto traducido por Rafael Marín, a quien acabo de reseñar) quería ver su inspiración. Pues bien, me lo encontré gratis en el sitio de intercambio de la piscina. Tres amigos deciden pasar unos días haciendo un viaje río arriba en una barca. Lo que parece ser un buen plan se irá complicando: un equipaje desmesurado, dificultades para montar la lona que les protegerá de la lluvia, problemas con las esclusas… todo ello aderezado con recuerdos de otros viajes y reflexiones sobre la vida. EL mejor halago que se le puede hacer a un libro de humor es que haga gracia. Lo he leído con una sonrisa permanente en los labios y más de una carcajada, lo que quiere decir que ha envejecido muy bien. El tono me ha recordado a algunas obras de Wenceslao Fernández Flórez. ¿Quién ha dicho que los clásicos…