Astiberri. La intención del autor era hacer una historia de terror inteligente, alejada del gore y los sustos y creando un ambiente especial. Y vaya si lo consiguen. Todo gira alrededor de un misterioso granero negro, cuyas piezas busca un joven por la basura de la ciudad y cuya presencia trastocará la vida de un cura con un pasado turbio que acaba de aterrizar en su parroquia. Al guión no le falta detalle y tiene una premisa sólida que se desarrolla sin altibajos a lo largo de toda la serie hasta una conclusión que no decepciona. El dibujo de Sorrentino es brutal, le pega como un guante a la historia, y la sonrisa del malo de la película es capaz de provocar pesadillas. La suma conforma una de las mejores series que he leído en tiempos y que va mucho más allá del género del terror. Muy bueno.
Ayer mi madre, que ejerce de cuenta cuentos, le preguntó a mi hija si el cuento que le había pasado su profesora le parecía bueno. Era una historia de un hombre de agua sin mucho fundamento. La crítica de mi hija fue como sigue: ‘Al principio empieza como muchos otros cuentos de un monstruo al que nadie quiere. Que ya está muy visto, pero bueno, otro cuento más típico. Pero el final no tiene sentido’. Parecido me he sentido yo leyendo este cómic. Una pandilla de superhéroes que recuerdan a otros -no se ocultan las referencias- atrapados tras una lucha en un pueblo perdido. Se centra en la vida cotidiana y conflictos internos ¿Les suena? A mí demasiado. Creo que para revitalizar un género no basta con poner algún que otro conflicto y a correr. Pero debo ser el único, porque ha gustado mucho. Yo no digo que esté mal, sólo que es otro cuento típico. Y ya hay muchos.