Imaginación desaforada No es raro que un escritor utilice un seudónimo. El travestismo en el seudónimo era relativamente común en el siglo XIX y principios del XX, cuando muchas mujeres utilizaban nombres masculinos para publicar sus libros. Más raro fue que en plenos años setenta, cuando las mujeres empezaban a liderar el campo de la ciencia ficción, la antropóloga Alice Hastings Sheldon escogiera el nombre de James como seudónimo. Algo que no debía saber Robert Silverberg cuando escribió lo siguiente en el prólogo -por lo demás, estupendo-: Se ha sugerido que es una mujer, teoría que encuentro absurda porque hay para mí algo ineluctablemente masculino en sus narraciones. No creo que las novelas de Jane Austen puedan haber sido escritas por un hombre ni las de Ernest Hemingway por una mujer; del mismo modo creo que el autor de los cuentos de James Tiptree es un hombre. Cuya metedura de pata podemos relacionar con esta entrada de ‘Apostillas’. El libro es una recopilación de los siguientes relatos: Todas las clases de sí La leche de Paraíso Y he llegado a este lugar por caminos errados El último vuelo del doctor Ain Amberjack A través de una chica, oscuramente La muchacha…