Anagrama, 2010. 136 páginas. Tit. Or. Des bibliotêques pleines de fantômes. Trad. David Stacey. El título no se entiende bien sin esta definición que aparece al final: Fantasma: papel o cartón que se pone en el lugar de un libro retirado de un estante de biblioteca, de un documento que ha sido prestado. Suele decirse que, ante un cambio tecnológico o de paradigma, sólo se puede ser apocalíptico o integrado. Pues no, también se puede ser nostálgico y sensato. En este libro el autor habla del amor a su biblioteca con ternura y apasionamiento pero sin ánimo de convencer, criticar a las nuevas tecnologías o erigirse en adalid del papel frente a nada. Le entiendo a la perfección, ya que me siento igual. Aunque mi biblioteca apenas llegará a los 5.000 volúmenes, entiendo lo que tiene que ser tener una de 20.000, y me gustaría tenerla si las circunstancias de mi vida fueran otras. Dicho esto si eres un lector compulsivo puedes hablar de tu pasión con entusiasmo, sin tener que poner a la literatura como principal vía de acceso al conocimiento (como denunciaba Víctor Moreno en La manía de leer). Les pondré muchas citas, porque a pesar de su…