Anagrama, 2010. 156 páginas. Historia de un padre cuyo hijo es simpatizante e incluso participante en los asuntos de una banda armada, que aunque no se nombra en el texto, uno imagina de manera clara que se trata de ETA. El texto me pareció excesivamente maniqueo, no hace falta resaltar lo malo que es el terrorismo porque ya lo sabemos todos y fuera del círculo propio sería muy difícil encontrar a nadie que simpatice con el movimiento. Dentro de la trama, sin embargo, me gustó especialmente la página que transcribo aquí, que fija -acertadamente- el límite de cualquier ideología, de cualquier fanatismo, en tomar el derecho de acabar con la vida de alguien. Aquí una reseña con la que coincido mucho: Ojos que no ven Se deja leer. Y sé también, por mucha burla que me hagas, que unas cosas son verdaderamente nobles y otras verdaderas y colosales engañifas, que unas son dignas y otras cochambrosa y repugnantemente indignas, las unas hacederas y las otras imposibles y engañosas, y unas convenientes para la mayor parte y otras, a la corta o a la larga, contraproducentes para casi todos, inclusive para quienes más están dando todo el santo día la lata…