Seix-Barral, 2011. 240 páginas. La novela empieza con una obra de teatro llamada Lujuria donde se narra una especie de cuadrángulo amoroso entre dos esposos, el amante de su mujer y la imaginada ¿o no? amante del marido que a su vez puede haberlo sido también del otro. A partir de ahí se construye un artefacto narrativo en el que bajo la apariencia de una investigación se van mezclando diferentes planos narrativos que giran todos alrededor de los mismos personajes que se van transmutando. El planteamiento de los diferentes ejes y el ambiente entre onírico y vanguardista de toda la obra, en la que se llega a plantear -si bien de forma muy casual- que si todo esto es posible es porque hay un escritor escribiendo su vida, me ha gustado bastante. Pero como el material de partida, al que se le dan tantas vueltas, es tan escaso y poco atractivo (el cuadrángulo) se me ha hecho cansino. Supongo que no quería añadir a la complejidad formal complejidad argumental, pero creo que si te lanzas a la piscina lánzate del todo. Pero bueno, es mi modesta opinión. Otras reseñas: El síndrome de albatros y El síndrome de albatros. Se deja…