El título es irónico puesto que nos encontramos con cien cuentos de una página que bien podrían ser el germen de una novela río, pero que distan mucho de serlo. Todas comienzan de manera similar hablando de un señor o una señora que está haciendo algo y luego la trama -mínima- se va desenvolviendo por caminos que a veces transitan lo onírico y lo metafísico. Los primeros cuentos me dejaron bastante frío y ya pensaba que iba a ser uno de esos libros que pese a ser cortos se hacen eternos pero a partir de los 15 primeros no sé si es que le cogí el gusto o que la calidad mejora, pero disfruté prácticamente cada uno de los relatos. Cuentos con un sabor muy particular. Otras reseñas: Centuria y Centuria. Muy recomendable. Un famoso fabricante de campanas, de larga barba y absolutamente ateo, recibió cierto día la visita de dos clientes. Iban vestidos de negro, muy serios, y mostraban un bulto en los hombros, que el ateo pensó que podía ser las alas, como se dice que usan los ángeles; pero no hizo caso, porque no era conciliable con sus convicciones. Los dos señores le encargaron una campana de…
Siruela, 2002. 100 páginas. Tit. Or. La palude definitiva. Trad. Carlos Gumpert. Huyendo de la justicia por unos delitos que no quedan muy claros, el protagonista busca refugio en una ciénaga, en cuyo centro hay una cabaña. Desde allí observará lo que le rodea, intentando descifrar el significado de lo que le rodea. Están bien punto de partida y el ambiente asfixiante, que la manera de narrar nos dibuja de manera convincente. También que el autor parece esquivar siempre que la ciénaga sea metáfora de otra cosa. Aunque esté repleta de vida y aparente significado será un significado propio. Pero confieso que ante tantas páginas dando vueltas a lo mismo me he sentido sobrepasado y aunque el libro es muy breve se me ha hecho largo. Interesante de leer, pese a todo. Naturalmente, todo cuanto he fantaseado acerca de las orugas y de los gusanos y de las mariposas es una patraña y tiene, a mi parecer, de desleal lo siguiente, que amenaza con hacer de la ciénaga, ese honesto detrito, una alegoría, lo que es una astucia literaria, para desposeer de terribilidad y dignidad a esta extensión de agua podrida y hacer de la ciénaga, en cierto modo, un…