Planeta, 1998. 180 páginas. Relatos protagonizados por idiotas, entendiendo una definición amplia del término, personas que no encajan con la realidad que les rodea o que no acaban de entenderla. Gente que gusta de tirar piedras al aire, asustada por el movimiento veloz de la tierra por el espacio o doctores que al comprar zapatos apretados cambian el carácter. Todos retratados con cariño y un punto de ternura, pero sin concesiones. Hay cuentos muy buenos, como el que dejo de muestra al final. Pero en general se dejan leer, simplemente. En conjunto, buena lectura. El medidor de la presión Un aparcero que vivía con su madre en una casa cercana a la carretera provincial, en un valle entre montañas, pasaba el día escondido entre los setos porque creía que era lo que hacían los médicos. Saltaba fuera cuando veía pasar a alguien y quería tomarle la presión gratis. Se llamaba Sauro Gallinero, pero era conocido simplemente como Gallinero. Mientras cultivaba los campos de avena o de patatas que tenía arrendados llevaba siempre preparado un hemodina-mómetro y pensaba siempre en la medicina, para la que creía tener un talento natural. De la tierra decía, en cambio, que era su servidumbre de…