Dos bigotes, 2022. 110 páginas. En una especie de Madrid post apocalíptico, donde la gente va a caballo aunque empiezan a verse coches, y hay un grupo de mujeres que viven al margen de la sociedad, asistimos a la historia de amor de la protagonista, una poeta que se está ganando un nuevo nombre. Mezcla de poemas, relatos y situaciones no es un libro, sino una extensa carta de amor camuflada de ficción. Me ha gustado la mezcla de estilos y esa ambientación a mitad de camino entre el western y los slams de poesía, aunque me hubiera gustado un poquito más de narración. Me quejaba el otro día de que el género de la ciencia ficción está invadido por el best seller pero por suerte está invadiendo la corriente principal y cada vez es más frecuente encontrarlo en obras que, sin ser del género, hacen un buen tratamiento del mismo. Muy bueno. Esto es lo que imagino. No sentía grandes deseos de nacer. El mundo se hacía añicos, se estaba mejor dentro de esa mujer que no recuerdo, pues no tendría yo ni dos meses cuando le sorprendió una bomba en la cola del pan. A mí me encontraron…
Dos bigotes, 2017. 562 páginas. Aldo Monteiro, de la policía nacional y Julio Mataró, de la guardia civil, tienen que colaborar en la resolución de un asesinato complicado. La víctima falleció en su casa, con las puertas cerradas, y sin apenas pistas del asesino. Hasta que se descubre que el caso está relacionado con la desaparición de un adolescente años atrás. La esperaba buena y ha sido mejor. Una prosa por encima de lo habitual en el género. Una adecuada dosificación de las pistas y las evoluciones del caso. Un planteamiento original ya que desde el principio sabemos quién es el culpable y el misterio es desvelar los enigmas del pasado. Lo mejor es que todos los temas se tratan de manera sutil, sin señalar a cada momento con el dedo, lo que en estos tiempos de obviedades es de agradecer. Los detalles (la afición por los santos de Aldo, el choque de los dos caracteres, los secundarios) son tan sabrosos como el plato principal. Muy recomendable. —¿La conocía… en persona? —preguntó Julio. —Y tanto que la conocía. Todos la conocíamos, aquí y al otro lado del valle. Era de Casas Viejas, allá atrás. —El encargado señaló con el mentón…