Diabolo, 2020. 350 páginas. Cierre del ciclo Orlando y el juego por todo lo alto, con un volumen de 350 páginas que cierra tramas, abandona la idea de modificar universos, recupera flashbacks de la niñez del autor, hace una mezcla entre realidad y ficción y juega con la nostalgia,con habilidad. Todo esto con el dibujo tan particular del autor, con esas figuras tridimensionales que parecen esculpidas en plastilina, cambiando los estilos para adecuarlos al tipo de historia que quiere contar, llenando de colorido cada página. Es un buen cierre, aunque me hubiera gustado que la serie no hubiera tenido fin. Muy bueno.
Diábolo, 2009. 144 páginas. Todavía no he reseñado el cómic que me enamoró de Vivès, pero llegará. Este es el segundo que más me ha gustado del autor. Un joven tiene que ir a la piscina para mejorar su espalda (y aquí me identifico con el protagonista). Allí conocerá a una joven de la que se irá enamorando, aunque su timidez le impedirá comunicarse con ella. Destaca el impecable grafismo; cada página parece un cuadro. La paleta, dado el tema, es reducida; verdes y azules, y el resultado es una delicia para los ojos. Por otro lado la historia es emotiva y a mí llegó a conmoverme. Hay un momento,una escena, en la que el joven está nadando bajo el agua, que representa como nunca he visto la sensación del amor que se va. Más reseñas: El gusto del cloro, Bastien Vivès juega con ventaja , El Gusto del Cloro, de Bastien Vives, El gusto del Cloro y El gusto del cloro (Bastien Vivès). Donde en general ha gustado aunque algunos se pregunten si el precio está adecuado al contenido, ya que la historia se lee en un suspiro. A mí, que lo cogí de la biblioteca (y no me…
Diábolo, 2009. 108 páginas. No sé como aterricé en el blog de Meri Gil, pero fue un día de suerte. Aunque se prodiga poco sus entradas me hacen reir más de una vez y además ha publicado esta mezcla entre libro y comic donde relata sus experiencias con sus compañeros de piso. En las novelas del XIX y la postguerra aparecían las pensiones. Ahora tenemos los pisos compartidos, donde quien estudia o no tiene dinero para pagar un piso propio convive de mejor o peor manera con otros en su misma situación. Es una especie de familia ajena disfuncional en la que como en la propia te puede tocar de todo, con la suerte de que si te han tocado malas cartas, puedes probar suerte en otro piso. Yo he vivido 13 años de esta manera, y aunque he tenido mucha suerte, porque mis dos primeros compañeros de piso eran -y son- de lo mejor, cuando me cambié de ciudad también he tenido mi cupo de cosas raras. Por eso he disfrutado doblemente con las historias que Meri nos cuenta aquí, una por que son graciosas -y alguna me ha arrancado una carcajada- y otras porque me he sentido identificado….