Parsifal, 2001. 190 páginas. Llegué a este libro a través de la entrevista al autor en el programa A fondo muy bien reeditado ahora por EDITRAMA en youtube. Me pareció una persona inteligente salvando algún detalle racista de su discurso. Hace una descripción de la noche barcelonesa de la época (está escrito en 1948) y es curioso ver cómo eran las terrazas, los locales de alterne, las tonadilleras, las fiestas populares. Un poco de arqueología de la juerga nocturna. Pero para el lector de ahora poco hay que rascar. La prosa del autor no es de las que atraviesan el tiempo y los hechos que narran hace tiempo dejaron de existir, así que aunque es curioso, no es muy recomendable. Si lo comparo con las crónicas de Irene Polo que leí hace poco la diferencia es enorme. Se deja leer. Y, como intermediario, demostraba unas condiciones que ningún otro ha repetido. Y no será porque no haya tenido imitadores, como todas las cosas buenas. Sabía entender, como nadie también, en qué consiste ese contacto directo que se establece entre el público y el artista y cómo hacer reír, con las cosquillas de sus palabras, hasta a las gentes más reacias…