Anagrama, 1999. 82 páginas. Un niño recogido y criado en un barco se revela como un pianista fuera de lo corriente. Pero quien quiera disfrutar de su arte no tendrá más remedio que hacer ruta en el transatlántico donde toca, porque nunca ha bajado a tierra. Segunda oportunidad que le doy a Baricco después del fiasco que me resultó Seda. Y me encuentro prácticamente lo mismo, una historia bien construída, un planteamiento original, su toque de sensibilidad, pero que a mi me parece impostada, artificial. Creo entender por qué gusta tanto a la gente, pero también porque a mí no, ni llegará a hacerlo. Lo bueno que tiene es que es corto, porque fue escrito para representarse en el teatro. Se deja leer. Quien lo encontró fue un marinero que se llamaba Danny Boodmann. Se lo encontró una mañana, cuando ya todos habían bajado, en Boston, lo encontró en una caja de cartón. Tendría unos diez días, no más. Ni siquiera lloraba, estaba en silencio en aquella caja con los ojos abiertos. Lo habían dejado en el salón de baile de primera clase. Encima del piano. Pero no tenía aspecto de ser un recién nacido de primera clase. Esas cosas…