Suniti Namjoshi. Fábulas feministas.

mayo 19, 2020

Suniti Namjosgi, Fábulas feministas
Universitat Jaume I, 2003. 174 páginas.
Tit. Or. Feminist fables. Trad. Ana García Arroyo.

Revisiones de los cuentos clásicos revertiendo el discurso patriarcal que se esconde en la mayoría de ellos. La idea me parece estupenda, pero la calidad literaria, en mi humilde opinión, no es excesiva. En cualquier caso dejo muestras aquí y en los enlaces.

Reseñas y otros textos de muestra: Fábulas feministas, Fábulas feministas y Fábulas feministas.

Recomendable.

La lección
Y después de que el Emperador hubiese aparecido desnudo y de que nadie hubiera interrumpido la solemne ocasión, una niña pequeña se fue a casa en silencio y se quitó la ropa. Luego le dijo a su madre:
– Mírame, por favor, soy un Emperador. Ante esto, su madre le respondió:
– No seas tonta, cariño. Sólo los niños pequeños crecen para convertirse en Emperadores. En cuanto a las niñas pequeñas, ellas se casan con Emperadores; y aprenden a morderse la lengua, especialmente sobre el tema del traje del Emperador.
La mujer pájaro
Una vez hubo una niña a la que le salieron alas. Brotaron de sus hombros, y al principio eran rudimentarias. Pero crecieron rápidamente, y en muy poco tiempo tuvo alas de una medida considerable. Los vecinos estaban horrorizados.
– Se las tenéis que cortar -les decían a sus padres.
– ¿Por qué? -preguntaban ellos.
– Bueno, es evidente -alegaban los vecinos.
– No -dijeron los padres, y sonó tan rotundo que al final los vecinos se marcharon.
Pero unas semanas más tarde los vecinos regresaron.
– Si no se las queréis cortar, al menos recortádselas.
– ¿Por qué? -quisieron saber los padres.
– Bueno, al menos demuestra que estáis haciendo algo.
– No -contestaron los padres, y los vecinos se marcharon. Entonces los vecinos aparecieron por tercera vez.
– Al menos en dos ocasiones nos habéis despachado -informaron a los padres-, pero pensad en esa niña. ¿Qué estáis haciendo con la pobrecita?
– Le estamos enseñando a volar -respondieron los padres tranquilamente.
Un cuarto propio para él
A. la quinta vez las cosas fueron diferentes. A ella le dio instrucciones, le dio las llaves (incluida la pequeña) y se marchó solo. Exactamente cuatro semanas más tarde reapareció. La casa estaba limpia, el suelo encerado y la puerta que conducía al cuarto pequeño no se había abierto. Barbazul estaba pasmado.
– ¿Pero no tuviste curiosidad? -le preguntó a su esposa.
– No -respondió ella.
– ¿Pero no quisiste descubrir mis secretos más íntimos?
– ¿Por qué? -preguntó la mujer.
– Bueno -contestó Barbazul-, es natural. ¿No quisiste saber quién soy realmente?
– Eres Barbazul y mi esposo.
– Pero las cosas de la habitación. ¿No quisiste ver lo que hay en esa habitación?
– No -dijo la criatura-. Creo que tienes derecho a un cuarto propio. Esto lo enfureció tanto que la mató allí mismo. En el juicio, alegó provocación.

Amigas
Y, de esta manera, caminaron por el bosque; se había terminado el verano, pero el sol todavía calentaba, las hojas estaban cambiando. Lanzaron piedras al agua y lo que parecían ser palos. Competían como amigas. Nunca se les ocurrió pensar que caminar por el bosque al comienzo del otoño era un pasatiempo clásico de amantes heterosexuales, que, incluso para ellas, podría tener el mismo significado. Se dijeron «Buenas noches», y se volvieron a encontrar dos días más tarde en una reunión formal. Se marcharon juntas conduciendo y cenaron e intercambiaron historias. Tenían mucho en común: una gran ambición, una preferencia por las mujeres, y una inteligencia alegre. A cada una de ellas le encantaba la dulzura de la otra y se sentían a gusto, se despidieron alegremente. Tres días después se vieron de nuevo. Habían estado pensando. Todavía se sentían animadas y eran amables y amistosas; pero sobre lo que habían pensado, no dijeron nada.

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