Ediciones del bronce, 2000. 248 páginas.
Tit. Or. Interpreter of maladies. Trad. Antonio Padilla.
Incluye los siguientes relatos:
Una medida temporal
Cuando el señor Pirzada venÃa a cenar
Intérprete de emociones
Un durwan de verdad
Sexy
La casa de la señora Sen
Esta casa está bendecida
El tratamiento de Bibi Haldar
El tercer y último continente
Lahiri es una escritora que me encanta, que une una calidad de escritura extraordinaria con una cuidada construcción de la trama y unos personajes que parecen respirar a tu lado. Como será que el primer cuento Una medida temporal que ya habÃa leÃdo y conocÃa el final, me sorprendió igual que si lo leyera por primera vez.
Otras reseñas: Intérprete de emociones y Intérprete de emociones.
Muy recomendable.
Al dÃa siguiente, Shukumar empleó horas en pensar qué iba a decirle a Shoba. Dudaba entre confesar que cierta vez arrancó la fotografÃa de una mujer de una de las revistas de modas a las que antaño estaba suscrita, fotografÃa que habÃa llevado entre las páginas de sus libros durante una semana, o revelar que en realidad nunca perdió el chaleco de punto que ella le regalara por su tercer aniversario de boda, sino que lo cambió por dinero en metálico en la tienda de Filene para después emborracharse a solas en un bar de hotel en pleno mediodÃa. Con ocasióii de su primer aniversario, Shoba le habÃa regalado con una cena-buffet de diez platos, preparada en exclusiva para él. El chaleco le habÃa deprimido.
—Mi mujer me ha regalado un chaleco de punto por nuestro aniversario de boda —habÃa confesado al barman, con la cabeza espesa por el coñac.
—¿Y qué esperaba usted? —habÃa respondido el barman—. En eso consiste el matrimonio.
En cuanto a la fotografÃa de la mujer, no sabÃa por qué la habÃa arrancado de la revista. Menos guapa que Shoba, la mujer lucÃa un vestido blanco con lentejuelas, un rostro flaco y antipático y unas piernas hombrunas. Con los brazos alzados en el aire, con los puños junto a la cabeza, parecÃa como si se fuera a golpear en las orejas. Se trataba de un anuncio de medias de mujer. Shoba estaba embarazada por entonces, con el estómago repentinamente inmenso, hasta el punto de que Shukumar no querÃa ni tocarla. La primera vez que vio el anuncio, estaba en la cama junto a ella, contemplándola mientras leÃa. Cuando más tarde vio la revista en el montón de papeles para reciclar, dio con la mujer y arrancó su imagen con sumo cuidado. Durante una semana se permitió echarle una miradita al dÃa. La mujer le producÃa uh intenso deseo, un deseo, sin embargo, que se convertÃa en asco después de
un minuto o dos. Era lo más cerca que habÃa estado del adulterio.
Shukumar habló a Shoba del jersey en la tercera noche; de la fotografÃa en la cuarta. Ella no hizo comentario alguno mientras él hablaba, no efectuó protesta o reproche en absoluto. Se contentó con escucharle y, por fin, apretar su mano con la misma fuerza de antes. En la tercera noche, ella le confesó que cierta vez, después de una conferencia a la que habÃan asistido juntos, no hizo nada por advertirle que tenÃa una mancha de paté en la barbilla cuando se dirigió a hablar con el catedrático. Irritada con él por un motivo u otro, le dejó explayarse de forma interminable sobre la beca que necesitaba para el siguiente semestre sin tan sólo llevarse el dedo a la propia barbilla a fin de avisarle. En la cuarta noche, le reveló lo poco que le gustaba el único poema que él habÃa publicado en su vida, escrito aparecido en una revista literaria de Utah. Shukumar habÃa escrito ese poema poco después de conocer a Shoba. Según añadió ella ahora, el poema siempre le habÃa parecido demasiado sentimental.
Algo sucedÃa cuando la casa estaba a oscuras. De nuevo se veÃan capacitados para hablar el uno con el otro. La tercera noche, después de cenar se sentaron en el sofá; cuando se fue la luz, Shukumar la besó con timidez en la frente y el rostro; aunque estaba a oscuras, cerró los ojos, a sabiendas de que ella también cerraba los suyos. La cuarta noche subieron al piso de arriba con paso cuidadoso, a la cama, tanteando a medias el último escalón antes del rellano, para hacer el amor con una desesperación que habÃan olvidado. Shoba lloró en silencio y musitó su nombre, mientras repasaba la lÃnea de sus cejas en la oscuridad. Mientras le hacÃa el amor, Shukumar se preguntó qué le dirÃa él la próxima noche, y qué le dirÃa ella, excitándose ante la perspectiva.
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