Crononauta, 2021. 198 páginas
Tit. or. Upright women wanted. Trad. Carla Bataller Estruch.
Esther se ha escondido de polizona en el carromato de las bibliotecarias huyendo de su pueblo y de su padre, el alguacil de la ciudad, que quiere casarle con un hombre y que acaba de ahorcar a Beatriz, el amor de su vida, por tener material no autorizado. En una distopía que nos retrotrae al antiguo western Esther intentará hacer méritos para convertirse en una bibliotecaria.
Novelita para el público adolescente enfocada en la defensa de la diversidad sexual, bien escrita, con mucho ritmo (se lee de un tirón) y que me ha recordado a esa Roja catedral por tratar temas parecidos y compartir ambientación del oeste. Pero más allá de dibujar un ambiente interesante, con esa sociedad que vive entre desiertos y que ha recuperado las estructuras patriarcales (si es que alguna vez se han perdido), la cosa tampoco va mucho más allá.
Entretenido y fresco.
Cye había respondido «tordo» y a Esther le había costado un rato largo entender que no era una broma y que no se refería a unos pájaros. No supo que «tordo» era una forma real de describir a un caballo hasta que Cye le dio esa respuesta por tercera vez con un tono mucho menos paciente y a un volumen mayor que las otras dos veces.
Esther se rezagó más, hasta quedar detrás de los carromatos. «Así ya estamos en orden de importancia. Leda y Bet al frente y después Cye y esos caballos tordos. Luego van las muías, los carromatos y, al final, yo».
El carromato delantero contenía ropa, comida y suministros; en ese se había escondido Esther durante dos días abrasadores. El carromato trasero era el más importante, el que llevaba todos los Materiales Autorizados que les bibliotecàries debían distribuir: libros, folletos, música, películas y revistas que el Estado ya había examinado. Los Materiales Autorizados se consideraban educativos y amenos, honestos e inspiradores. Esos eran los materiales que daban forma a la nación. Así todo el mundo disponía de la misma información, de las mismas historias y canciones que compartir, de los mismos vídeos que ver. Unían a todo un país y fortalecían los valores de la ciudadanía.
A Esther siempre le gustaba cuando llegaban les bibliotecàries al pueblo, porque eso significaba nuevos Materiales Autorizados. Su padre era tan importante que Esther podía elegir la primera de entre las cosas que salían de ese carromato. Nunca le faltaba material para leer, pero aún releía unos cuantos títulos, una y otra vez: La chica rara, La mujer del quinto, El camino de lirios. Mientras observaba la parte trasera del carromato de Materiales Autorizados, se preguntó si esas historias estarían ahí dentro. Quizá, debajo de la lona, había nuevos relatos: historias de mujeres que dejaron a sus maridos, que encontraron el amor prohibido durante unos días antes de morir o volverse locas.
Observó el carromato mientras pensaba y pensaba con todas sus fuerzas… Hasta que el carromato se detuvo. Al oír los dos silbidos agudos de Bet, la yegua de Esther también dejó de avanzar.
Esther aguardó a que le dijeran qué debía hacer y por qué se habían detenido. Tenía los ojos fijos en ese carromato y quería ver lo que ocurría, pero le habían dicho que no se moviera. ¿Verdad? Estaba muy cansada de viajar con ese calor y seguro que Cye le había dicho que se quedara en su sitio.
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