Anagrama, 2011. 324 páginas.
Universo Bolaño
Una de las dos reseñas que voy a enlazar comienza con esta frase:
Los lectores de Roberto Bolaño ya están acostumbrados a las publicaciones póstumas del autor, fallecido en 2003.
Si nos descuidamos vamos a tener más libros póstumos que publicados en vida. Claro, como lector desconfías de la calidad de tanta inmersión en los papeles de Bolaño. Sin embargo esta vez, aunque compré el libro casi a desgana, reconozco que no esta nada mal.
La novela se centra en Amalfitano, que ya aparecía en 2666, aunque aquí aparece desde una nueva óptica, partiendo prácticamente del descubrimiento tardío de su homosexualidad y su relación con un exalumno, Padilla, que escribe una novela llamada El dios de los homosexuales. También Arcimboldi, aunque muy distinto al libro anterior. Como novela inacabada tampoco puede decirse que haya una trama, aunque eso importe poco.
Si bien es mejor que El tercer reich (que todavía no he reseñado), la calidad media es menor que El secreto del mal. Hay partes (como la última) en los que se reconoce la pluma del último Bolaño. Otros, sin embargo, parecen escritos por un imitador; no sé si porque son de un Bolaño más joven (se supone que esta novela se escribe desde los años 80) o porque no están revisados.
Se incluyen las sinopsis de muchos libros de Arcimboldi, que no coinciden con los de 2666, ni tampoco el escritor, mucho mejor perfilado que aquí. Aparecen otras de las obsesiones de Bolaño; las enumeraciones, los poetas malditos, el arte (centrado en el pintor Larry Rivers).
Por hacerlo breve mejor que El tercer Reich, peor que cualquiera de sus grandes novelas, recomendable en cualquier caso a los admiradores del autor. Otras reseñas: Roberto Bolaño: Los sinsabores del verdadero policía, Los Sinsabores del Verdadero Policía, de Roberto Bolaño
Calificación: bueno en general, muy bueno en ocasiones.
Un día, un libro (97/365)
Extractos:
[…]también dio cursos sobre Platón, sobre Aristóteles, sobre Boecio, sobre Abelardo, y comprendió algo que en el fondo sabía desde siempre: que el Todo es imposible, que el conocimiento es una forma de clasificar fragmentos. Después de eso dio un curso sobre Mario Bunge al que sólo asistió un estudiante.
Tenía un nuevo amante, un chapero de dieciséis años, sidoso y maravillosamente inconsciente, ay, quién fuera como él, suspiraba Padilla mientras la carta temblaba en las manos de Amalfitano. No trabajar en la editorial era una sensación fascinante que creía perdida. Vivir una vez más en la holgazanería, yo que vine a este mundo a veranear y a nada más. A veranear y a incordiar un poco.
Los días en Barcelona eran espléndidos. El Mediterráneo refulgía. La carta estaba escrita desde la terraza de un bar de las Ramblas. La gente pasea, decía Padilla, y yo estoy sentado bebiendo un whisky doble y soy feliz.
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