Incluye los siguientes relatos:
Nacido de hombre y mujer (Born of Man and Woman ©1950)
Cuando estas cerca, amor mío (Lover, When You’re Near Me ©1952)
Anuncios por palabras (SRL Ad ©1952)
Cólera (Mad House ©1953)
`C…` (F— ©1952)
Querido diario (Dear Diary ©1954)
Según conviene al crimen (To Fit the Crime ©1952)
El vestido de seda blanca (Dress of White Silk ©1951)
Desaparición (Disappearing Act ©1953)
La boda (The Wedding ©1953)
La fachada (Shipshape Home ©1952)
El viajero (The Traveller ©1954)
El tercero a partir del sol (Third from the Sun ©1950)
Que se manejan en el registro de la ciencia ficción y lo fantástico de corte sobrenatural. El primero, Nacido de hombre y mujer, nos muestra a una pareja con un hijo monstruoso contado desde la perspectiva del hijo, y te pone los pelos de punta. El que cierra, El tercero a partir del sol, hoy nos puede parecer trillado y se ve venir desde lejos, pero básicamente porque todo el mundo ha copiado ese giro.
Entremedio historias como Cólera, donde la mala sangre de una persona va contaminando la casa y los objetos que están en ella o El vestido de seda blanca, donde un vestido es el desencadenante de un suceso trágico que no se nombra pero que se puede adivinar.
Matheson fue guionista de la serie La dimensión desconocida y estos relatos tienen ese estilo, historias en los límites de la realidad con un giro sorprendente final.
Bueno.
Solitaria muchacha de Venus, bonita, sí, y sociable; totalmente afectuosa y alegre, busca hombre de la Tierra con características similares. No vacile en contestar. Loolie, Mansión Verde, Venus.
5 de julio de 1951
Estimada Loolie:
No sé muy bien en qué me estoy metiendo, pero a esta altura estoy demasiado cansado como para que me importe. ¿Alguna vez pasaste la noche entera dedicada al cálculo astrofísico? Bien, yo acabo de hacerlo y he quedado aturdido.
Tomo tu aviso al pie de la letra. ¡Al diablo con todo, qué importa! Me senté a descansar media hora antes de meterme en la cama y de pronto se me ocurre poner la máquina de escribir a funcionar. Y aquí estoy, con una taza de jugo de paraguas.
Me importa un bledo que vivas en Venus, en Plutón o en una pequeña cabaña de paja en Kehalic Kehooey, Hawai. Lo único que espero es que no trates de venderme nada.
¿Sabes una cosa? Sería muy interesante saber si realmente hay habitantes en Venus, o en Marte, o en cualquiera de esas condenadas pelotitas que giran en torno al sol. Está bien, partamos de la idea de que no sabes nada sobre la Tierra. No sabes un bledo —eso es una expresión idiomática vulgar—. ¿No te gusta la Tierra, solitaria muchacha de Venus?
¿Qué te traes escondido? ¿A qué viene toda esa paparruchada? ¿Es sociabilidad? Te haré investigar a fondo, tenlo por seguro.
Bonita, sí. Y eso, ¿qué quiere decir?
En cuanto a mí, no tengo nada de bonito. Pero soy totalmente afectuoso. Me despierto en medio de la noche y me pongo totalmente afectuoso y nadie me puede parar. Especialmente si Willy —mi compañero de cuarto— y yo hemos consumido algunas jarras de ese brebaje que, según dicen, se extrae de cierto cereal en vías de desaparición. ¿Se conoce la cerveza en Venus?
«Venus, Venus, sólo un toque». Ese es el título de un espectáculo musical que dan aquí. Venus, según creo, fue la diosa del amor. ¿Te pareces a Mary Martin? No, no lo creo. Si por casualidad te parecieras a Ava Gardner… ¡Tío Sam, no largues todavía esa nave misil, que estoy haciendo la maleta!
Pero, ¿quién soy yo, este repulsivo jovenzuelo que trata de comunicarse en forma semigraciosa, regalando tus pobres ojos con esta cháchara baladí?
Me llamo Todd Baker. Sigo el curso de Astronomía aquí, en la universidad de Fort, en Fort, Indiana. La universidad está subvencionada por un viejo escuerzo millonario que se volvió chiflado con la prosa de Fort.[1]
¿Sabes? Se me acaba de ocurrir que si realmente estás en Venus… lo que no me cabe en la cabeza, porque eso me parece un montón de… ¡Ja, ja! De todas maneras, si estuvieras realmente en ese dorado mundo fantasmal, allá lejos, no podrías sacar nada en limpio de mis confusas divagaciones.
Por lo tanto, y para organizar las cosas (a modo de ejercicio mental), fingiré que estás de veras allá arriba. Distancia mínima desde el sol: 67,2 millones de millas; excentricidad: 0,0868; inclinación de la elíptica: 3°23’38”.
Perdón. Me dejé llevar por el entusiasmo de los números que me brotan en la mente, como las plantas en una maceta. Así queda uno después de cierto tiempo. Integrales. Diferencial. Función de una función. Ni te acerques a eso, muchacha. Es preferible seguir solitaria en Venus.

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