A falta de hincar el diente a sus obras más representativas, empiezo por este libro breve de Pedro Juan Gutiérrez, que es una verdadera y muy divertida joya.
Graham Greene está en La Habana y en su primera noche descubre los placeres del sexo homosexual gracias a Superman, un despampanante negro que se exhibe eyaculando sin intervención en un antro porno. Pero no se asusten, mr. Greene no es el famoso escritor, si no alguien con el mismo nombre. Pero la cosa se liará de tal manera que el verdadero Greene viajará a la isla y se verá envuelto en una red de espionaje a la altura de sus novelas.
Breve, sabrosa y en ocasiones verdaderamente hilarante. Me ha encantado.
Un buen análisis aquí: El lugar sin límites
Calificación: Más que bueno.
Extracto:
-De todos modos, le voy a decir algo: ésta es una posición de choque con Estados Unidos. Tan importante como México. Ahora debemos retirarnos tácticamente, pero ya la ocuparemos de nuevo. Y de un modo más sólido. Con una estrategia a largo plazo. Sólo es un asunto de dinero y de encontrar un político astuto y fiero, que sepa hacer las cosas. Éste es un país pobre y sin recursos naturales. Siempre necesitará dinero para subsistir. Venga de donde venga.
-No creo que sea sólo cuestión de dinero, la ideología comunista…
—La ideología y la política son sólo el anestésico en la operación. El bisturí es el dinero. ¡No sea ingenuo, Graham! Lo que mueve al mundo es el dinero y la ambición de poder de los políticos. Siempre ha sido así, desde el primer líder que surgió en una cueva. Las buenas intenciones no funcionan. Es el lado oscuro de los seres humanos: la ambición, la vanidad, el egocentrismo, el ansia de lujo y poder, lo que hace que todo funcione en este planeta. Los buenos no mueven nada, se retiran a lo alto de una montaña, a orar a los dioses que se inventan.
-Usted ha aprendido mucho en la KGB.
—En la KGB somos mucho más objetivos que en el PCUS. Y llamamos a las cosas por su nombre, sin
rodeos y directamente. Los políticos, de repetir tantas mentiras todos los días, llegan a creerlas y se engañan a sí mismos.
—Muy bien, señorita, muchas gracias por sus lecciones. Creo que no las olvidaré jamás, pero tengo hambre.
-Enseguida almorzamos. ¿Cuándo me puede dar una respuesta?
—Dentro de dos o tres días. Ya vendré a verla.
Almorzaron langosta al apio borracha en salsa de ostras, sentados en la terraza, frente al Caribe verde y azul. El calor y el sol eran sofocantes. Hacia el este y el sur unas nubes oscuras anunciaban aguaceros refrescantes para esa tarde.
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