Nueva Dimensión 94.

marzo 15, 2013

Nueva Dimensión 94
Dronte, 1977. 160 páginas.

Otro número de Nueva Dimensión, en esta ocasión más moderno -y creo que ya lo tenía leído. Los cuentos (sacado de aquí: ND 94):

Los Cables, John Hopkins
Herencia, Norman Spinrad
La Novia Noventa y Uno, Robert Silverberg
Llegan los Dragones, Dean R. Koontz
Derecho Básico, Eric Frank Russell
Las Brujas de Karres, James H. Schmitz

Correctos en general sin grandes deslumbramientos. El primero de una ciencia ficción a la europea, sobre una gente que está atada a un cable desde su nacimiento y el último simpático sobre unas chicas con extraños poderes. Gracioso el de Silverberg, en su línea el de Eric Frank Russell. Agradables de leer.

Interesante la entrevista a Clifford D. Simak y curioso el artículo sobre Las guerras estelares, que ni siquiera se habían estrenado aquí con su nombre definitivo de La guerra de las galaxias.

Calificación: Bueno.

Extracto:
Hicimos bastante el amor aquella noche, y por la mañana desayunamos en una terraza bañada por el sol que daba a un estanque turquesa de danzarinas amebas, y más tarde salimos y bajamos en la cápsula al espaciopuerto para iniciar nuestro viaje de novios.
—¿Feliz? —pregunté a mi novia.
—Mucho —dijo ella—. Eres ya mi marido favorito.
—¿Era terrestre alguno de los otros?
—No, claro que no.
Sonreí. A un marido siempre le gusta saber que él ha sido el primero.
En el espaciopuerto, Landy firmó la lista de pasajeros como Señora de Paul Clay, lo cual me produjo gran satisfacción, y yo firmé a su lado, y nos registraron y nos permitieron subir a bordo. El personal de la nave nos miraba entusiasmado. Una encantadora muchacha de piel añil nos mostró nuestra cabina y nos deseó buen viaje tan amablemente que intenté darle propina. Cogí su ficha de crédito cuando pasó a mi lado y la moví una ranura. Ella pareció horrorizada y volvió a colocarla como estaba.
—¡Las propinas están prohibidas, señor!
—Lo siento. ¡Es que estoy tan nervioso!
—Su esposa es encantadora. ¿Es hori-gangiana?
—Suvornesa.
—Espero que sean muy felices juntos.
De nuevo estábamos solos. Estreché a Landy contra mí. Los matrimonios entre personas de mundos distintos están muy de moda en estos días, por supuesto, pero yo no me había casado con Landy sólo porque estuviera de moda. Sentía verdadera atracción por ella y ella por mí. Por toda la galaxia, la gente anda contrayendo los más extraños matrimonios sólo
para decir que lo han hecho: se casan con sthenicos, gruulers, incluso con hhinamo-ros. Parejas realmente grotescas. No es que yo diga que el fin primordial del matrimonio sea el sexo o que tenga uno que casarse necesariamente con un miembro de una especie con la cual la relación física resulte fácil. Pero ha de haber cierto calor en un matrimonio. ¿Cómo puede uno sentir verdadero amor por una mujer hhinamora que en realidad es siete reptiles azul claro encerrados permanentemente en una atmósfera de argón? Al menos Landy era mamífera y humanoide. Por supuesto, una unión suvornesa-terrestre sería estéril, pero yo soy una persona sentimentalmente convencional y procuro evitar las abominaciones. Estoy totalmente dispuesto a dejar la tarea de la continuación de la especie a aquellos cuyo trabajo es la reproducción, y podéis estar seguros de que aun en el caso de que nuestros cromosomas fueran compatibles, jamás habría sacado a colación el desagradable tema con Landy. El matrimonio es el matrimonio. La reproducción es la reproducción; y en todo caso, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?
Durante las seis semanas subjetivas de nuestro viaje, disfrutamos de diversos modos a bordo de la nave. Hicimos mucho el amor, claro está; fuimos a nadar y a jugar a polo acuático en la antesala estelar. Nos presentamos a otras parejas de recién casados y a una superpareja consistente en tres banamonos y un par de ginois.
Ah, y también Landy y sus dientes transplantados, como sorpresa especial para mí.

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