La lista de cuentos (de aquí: Nueva Dimensión 8):
Un Aire Antiguo, José Luis Garci
Los Andamios, Francisco García Pavón
Un Mundo Insólito, José Luis Álvarez
El Seguro de Muerte, José Ángel Crespo
Sube, Sube la Savia, Luis Vigil
El Ovni, Jorge Campos
Enamorado, Félix Ares de Blas
Portal, Sebastián Martínez
Tiempos Idénticos, Pere Soler
Recreo sobre la Ciencia Ficción, Alfredo Cardona Peña
El Hombre de Oro, María Guéra y Arturo Mengotti
Los Bolicotes, Pedro Juan Edmuns
Ira Quedó en Bantam, Elvio E. Gandolfo
El Eje del Diablo, Ángel Arango
El Veraneante, Hugo Correa
Cuando No Se Piensa, Agustín Cortés Gabiño
Fausto Vegetal, Manuel Cobo
El Ocaso de la Humanidad, M. Blanco Belmonte
Solo, Ángel Rodríguez Metón
P.A.P., Luis Eduardo Aute
Complejo de Culpa, Carlos María Federici
Como puede verse, es un número exclusivamente dedicado a la ciencia ficción hispana, de relatos que los lectores habían ido enviando. Sorprende encontrar nombres como el de José Luis Garci, Francisco García Pavón o Luis Eduardo Aute (que colaboró mucho en la primera época de la revista). Personalmente me ha llamado la atención encontrarme a Félix Ares de Blas, presidente de ARP, entonces un completo desconocido.
Es encomiable hacer un monográfico de este tipo y crear cantera. Eso sí, los relatos, en general, mediocres. Una tontería: la magnífica portada la tapa por completo la pegatina de registro de la biblitoeca.
Extracto:
COMPLEJO DE CULPA
CARLOS M.° FEDERICI
El doctor Van Erth volvió a ocupar la misma silla.
El loco lo miró.
—Hable —pidió suavemente el doctor—. Le escucho.
El loco extendió los brazos hacia él; la cara se le distorsionó en una expresión ansiosa y febril.
—¿Me escuchará, dice? ¿Me creerá? ¡Nadie me hace caso! ¡Dicen que estoy loco! Pero usted parece distinto. Usted comprenderá… ¡La salvación del mundo depende de que usted comprenda!
—Yo comprenderé —aseguró el doctor Van Erth—. Hable.
El hombre tenía los ojos fuera de las órbitas. Gritó:
—¡Nos están invadiendo, doctor! ¡Los marcianos! Ya sé que parece una locura… ¡pero es verdad! ¡Yo los vi!
—Ah… Los vio. ¿Y cómo son?
—Iguales a nosotros… Como cualquiera, como usted, como yo… Pero infinitamente más inteligentes…, más avanzados. ¡Si viera usted su cosmonave! Es… fantástica. Sus armas…
El doctor Van Erth se reclinó en la silla.
—Hábleme de eso.
—¿Su técnica? Oh… ¡Qué sé yo! No soy un hombre de ciencia… Sólo le puedo decir que la nave parecía un plato enorme; que volaba sin hacer ruido… Las armas eran capaces de vaporizar un ombú en una fracción de segundo…, sin ruido también… No sé más. ¿Cómo quiere que entienda de eso? Son cosas tan extrañas para nosotros…
El doctor Van Erth suspiró. Lo de siempre, se dijo.
—¡Usted tiene que creerme! —un fulgor de alarma apareció en los ojos extraviados del loco, al notar que la atención del doctor decaía—. ¡Es verdad! ¡Hay que informar al Presidente! ¡Al Ministerio de Defensa…, al Ejército! ¡A la Central Atómica! Nos invaden! ¡Nos invaden! ¿Comprende usted? ¡Nuestro mundo está perdido! ¡Los marcianos son una raza enormemente superior a la nuestra! ¿Qué posibilidades quedan? ¡No tenemos salvación! ¡Es el horrorf ¡La muerte! ¡El fin! ¡EL FIN!
Con gesto resignado, el doctor Van Erth se levantó de la silla. Su índice se apretó sobre un botón oculto. Acudieron dos fornidos enfermeros.
—Otro ataque —manifestó el doctor—. Lo de siempre.
Mientras los enfermeros sujetaban al loco y le aplicaban una inyección sedante, Van Erth se reunía con otros médicos en la habitación contigua.
—¿Y, doctor? —le interrogó uno de ellos.
—Complejo de culpa ■—dictaminó Van Erth—. No tiene remedio. El esquema clásico: manía persecutoria y psico-identificación morbosa con el ego de su víctima. El sujeto hace suya la identidad del que daña; es una forma de autocastigo…
—¿Y no le sacó nada concreto…, sobre su técnica, sus argumentos…?
—¡Nada! —repuso malhumorado el doctor Van Erth—. ¡Maldita sea! El único marciano que logramos capturar vivo desde el comienzo de la invasión… ¡y está completamente loco!
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