Numero dedicado a Gerard Klein con los siguientes cuentos (sacados de aquí: Nueva dimensión 26):
Civilización 2190 (Civilisation 2190, 1956)
Ruido y Silencio (Bruit et Silence, 1958)
El Valle de los Ecos (La Vallée des Echos, 1959)
En Vacaciones (En Vacances, 1958)
La Vieja Casa (La Vieille Maison, 1958)
Los Evadidos (Les Évadés, 1958)
Jonás (Jonas, 1966)
El Último Mosquito del Verano (Le Dernier Moustique de l’Été, 1962)
Los Más Honorables Empleos de la Tierra (Les Plus Honorables Emplois de la Terre, 1966)
Al Borde del Camino (Le Bord du Chemin, 1957)
Aniversario Vegetariano (Discours pour le Centième Anniversaire de L’Internationale Végétarienne, 1968)
Punto Final (Point Final, 1957)
Es una ciencia ficción estilo europeo, más poética y de crítica social que de ideas y artefactos tecnológicos. Los editores de Nueva Dimensión tenían el gusto amplio, y esa era una de sus mejores virtudes. Me ha gustado de entre todos Los Más Honorables Empleos de la Tierra, sobre el dilema del intelectual que vive en una sociedad censurada, del que les adjunto un fragmento.
Calificación: Bueno.
Extracto:
—Y fue entonces cuando nació el concepto de dignidad. Usted no pondría en las manos de un niño un libro escandaloso, ¿no es verdad? Ni una apología de la violencia. Porque, se dice generalmente, él no es capaz de comprender claramente las cosas. ¿Y cuántos adultos no sobrepasan jamás el nivel mental de su adolescencia, después de la Guerra? ¿No es injuriar a los libros ponerlos en manos que pueden mancharlos, traicionarlos, mutilarlos? Todas las bibliotecas tienen sus salas especiales, y todas las sociedades sus censuras. Pero nada que haya alcanzado jamás la perfección, la belleza de la ley. Una Central de Información. Algunas cifras compuestas en un dial, y uno recibe a domicilio toda la Información que puede desear. Siempre que uno sea digno de ello. Si no lo es, un agujero en su ficha perforada, un signo lejano e invisible en una cinta magnética, y tai libro, o tal categoría de libros, queda prohibido. Si uno es muy, muy indigno, no le queda casi nada. Por otro lado, ¿existe de un modo cierto, fuera del campo al cual uno ha consagrado su vida, un solo libro que uno esté seguro de no interpretarlo mal? ¿No es conveniente protegerlo a uno contra los molestos errores de juicio? ¿La máquina no sabe acaso mejor que uno qué es lo que le conviene? ¿No sabe acaso el peso, el tamaño, las inclinaciones, las lecturas anteriores y las capacidades de uno, y lo que le aburre y lo que le apasiona? ¡Qué director espiritual! Y ha fabricado especialmente para cada uno de nosotros, con su cuidadosa solicitud, un índice individual y perfecto. Usted no sabrá siquiera que ciertos libros existen, a menos que alguien rompa a su alrededor la ley del silencio. ¿Acaso no tiene ella razón, no sabe de cuáles libros es usted digno, de cuáles tiene necesidad?
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