El segundo número que contiene los siguientes cuentos (sacado de aquí):
Planeta de Arena, Cordwainer Smith
37 Centígrados, Lino Aldani
De lo Contrario, Henry Kuttner
El Ayer de las Ratas, Angélica Gorodischer
Selección, Walter Ernsting
¿Existe Verdaderamente Mr. Smith?, Stanislaw Lem
Antes del Edén, Arthur C. Clarke
Traigo Frescas Lluvias, Robert F. Young
Muy Arriba, Muy Adentro, Juan G. Atienza
Historias del Robomóvil, Luis Vigil
Recordando, David R. Bunch
El Exterminador, A. Hyatt Verrill
Su Atención por Favor, Peter Porter
Señuelo, Graham Chamock
El Mago de Id, Brant Parker y Johnny Hart
La Gallina Catalina, Enric Sió
Un número muy potente con cuentos ahora clásicos como el de Clarke, autores hoy de culto como Cordwainer Smith o David R. Bunch (autor de Moderan). Entre tanta calidad destacaría el artículo de opinión sobre Zarpa de acero, las primeras cartas -entre ellas algunas muy críticas- y el primer cuento publicado en castellano de Stanislaw Lem, del que les dejo prefacio y un fragmento:
Los libros de Stanislaw Lem, el más sobresaliente de los escritores polacos de ciencia ficción, han sido traducidos a muchas otras lenguas, y nosotros, que hemos leído algunos de ellos, lamentamos sobremanera que aún no haya llegado a España. Nacido en 1921, Lem ejerció la carrera de médico antes de dedicarse a escribir. En este relato que les ofrecemos, primero de este autor que es traducido al castellano, Lem nos abre las puertas a un personal ísimo «inferno» tragicómico, sobre uno de los temas que le es más querido: el de la cibernética.
JUEZ. — Le he dicho que esos detalles son superfluos.
SMITH. — Y una corona de plata…
MR. DONO VAN (Presidente de la Cyber-netics Company).— ¡Oh, está delirando!
SMITH. —No se engañe.
JUEZ. — ¡Calma! ¿No tiene un abogado para su defensa?
SMITH. — No, me defiendo por mí mismo. Mi causa es clara como el agua de un manantial.
JUEZ. — ¿Conoce las demandas que la Cybernetics Company presenta contra usted?
SMITH. — Las conozco. Soy víctima de las viles maquinaciones de esos perros criminales…
JUEZ. — Ya es suficiente. Abogado Jenkins, ¿quiere exponer a la Corte las razones que han motivado su citación?
ABOGADO. — Con mucho gusto, Su Señoría. Hace dos años el acusado tuvo un accidente durante las carreras automovilísticas disputadas en Chicago. Se dirigió entonces a nuestra firma. Usted ya sabe que la Cybernetics Company fabrica prótesis: piernas, brazos, riñones artificiales, corazones artificiales y muchos otros órganos de recambio. El acusado compró a crédito una prótesis de la pierna izquierda y pagó el primer plazo. Cuatro meses después se dirigió de nuevo a nosotros, esta vez para el suministro de dos brazos, una caja torácica y una bóveda craneal.
SMITH. — ¡Es falso! La bóveda craneal no. Fue en primavera, tras las carreras en montaña.
JUEZ. — No interrumpa.
ABOGADO. — Se trataba, respetando el orden cronológico, de la segunda transacción. En aquel tiempo la deuda del acusado ascendía a 2.967 dólares. Cinco meses después el hermano del acusado se dirigió a nosotros: Harry Smith se encontraba recuperándose en la clínica MonteRosa, no lejos de Nueva York. Conforme al nuevo pedido, nuestra firma suministró, tras pago de un adelanto, diversas prótesis cuya relación particularizada va unida a las actas del proceso. Entre otras figura como repuesto de un hemisferio cerebral un cerebro electrónico Geniak, llamado comúnmente «El Genial», cuyo precio es de 26.500 dólares. Llamo la atención de la honorabilísima Corte sobre el hecho de que el acusado nos ordenó un modelo Geniak de lujo, equipado con válvulas metálicas, dispositivo para sueños en colores naturales, filtro antipreocupaciones y eyector de pensamientos tristes, a pesar de que todo esto excedía sus posibilidades financieras.
SMITH. — ¡Seguro! ¡Les habría sido mucho más cómodo si hubiera decidido reventar con su cerebro construido en serie!
JUEZ. — ¡Calma, se lo ruego!
ABOGADO. — Que el acusado haya actuado con la intención consciente y deliberada de no pagar lo que había adquirido, viene probado perentoriamente por un hecho: él no ordenó un modelo común de brazo artificial, sino que escogió una prótesis especial, provista de reloj de muñeca, marca Schaffhausen, de 18 rubíes. Cuando la deuda del acusado llegó a los 29.863 dólares lo citamos en juicio para restitución de todas las prótesis que había adquirido. Sin embargo, nuestra querella fue desestimada basándose en la siguiente consideración: Mr. Smith, si fuera privado de sus prótesis, moriría. En efecto, en aquel tiempo, de este Mr. Smith no quedaba sino medio cerebro.
SMITH. — ¿Cómo se atreve a decir «de este Mr. Smith»? ¿Percibe acaso acciones de la Cybernetics Company por cada insulto que sale de su boca? ¡Leguleyo!
JUEZ. — ¡Calma, por favor! Mr. Smith, en caso de nuevos ultrajes a la parte demandante le impondré una sanción.
SMITH. — ¡Es él quien me insulta!
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