Editorial Norma, 1996. 240 páginas.
Tit. Or. Neverwhere. Trad. Olinda Cordukes.
Yo también soy un admirador de Gaiman. La serie de cómics The sandman es una obra maestra, y algunos de sus números son de lo mejor del género. En Observatorio lo incluyen dentro de las obras de arte: Sandman.
No es la primera vez que hablamos de sus incursiones en la narrativa. Su colaboración con Pratchett dio como resultado Buenos presagios y ya en solitario comentamos Los hijos de Anansi. Pero nada comparado con Neverwhere.
La familia de Puerta ha sido asesinada y la persiguen dos implacables asesinos que quieren acabar con ella. En un intento desesperado por escapar y gracias a sus habilidades aparece frente a Richard Mayhew y su novia. Buena elección. Richard le ayuda al ver el mal estado en que se encuentra, a pesar de los reproches de su pareja. Pero cuando Puerta se va, agradecida, Richard descubre que se ha vuelto invisible para la gente. Para solucionar su problema tendrá que viajar al Londres de abajo…
Crear un mundo de la nada, como hace Gaiman, es impresionante. La cantidad de personajes y localizaciones que conforman ese submundo, ese espejo deformante de Londres, es interminable. En la wikipedia hay una lista: Neverwhere. El Mercado Flotante, de difícil acceso. Los Dominicos, que custodian la llave y sólo la entregarán a quien sobreviva a la ordalía. Los asesinos Croup y Valdemar. Y, por supuesto, el Marqués de Carabás, verdadero talento en la sombra.
Además de ese derroche imaginativo se describe todo un viaje iniciático, el del joven Richard, que sin tener ningún talento especial acompañará a Puerta y al Marqués en su periplo, y será determinante para el éxito de la aventura. Una historia que conmueve mi alma reblandecida de abuela.
Las críticas que he leído por ahí no son excesivamente entusiastas: Archivo de Nessus y Ciencia ficción. En Normalizado le dedicaron un especial dentro de su club de lectura: Neverwhere. Tampoco esperen grandes ejercicios de prosa -aunque tampoco les dolerán los ojos.
Pero yo no puedo ser objetivo: es un libro que me encanta. De los que relees una y otra vez y no te cansan. Mi preferido de Gaiman. No dejo de preguntarme que si cada ciudad tiene su contrapartida subterránea ¿Que habrá en la Barcelona de abajo?
Extracto:[-]
Tres años en Londres no habían cambiado a Richard, aunque sí su forma de ver la ciudad. Al principio. Richard se había imaginado Londres como una ciudad gris, incluso negra, por las fotos que había visto, y le sorprendió que estuviera llena de color. Era una ciudad de ladrillo rojo y piedra blanca, de autobuses rojos y grandes taxis negros, de buzones rojo intenso y de parques y cementerios verdes y cubiertos de hierba.
Era una ciudad donde lo muy antiguo y lo nuevo y poco elegante se imponían a empujones, no de forma incómoda, pero sin respeto; una ciudad de tiendas y oficinas y restaurantes y hogares, de parques e iglesias, de monumentos ignorados y palacios increíblemente poco palaciegos; una ciudad de cientos de distritos con nombres raros —Crouch End, Chalk Farm, Earl ‘s Court, Marble Arch—, e identidades extrañamente bien diferenciadas; una ciudad ruidosa, sucia, alegre, aquejada de problemas, que se alimentaba de turistas, los necesitaba tanto como los despreciaba; donde la velocidad media del transporte urbano no había aumentado en trescientos años, después de quinientos años de ensanchamiento intermíteme de carreteras y torpes compromisos entre las necesidades de los peatones y las necesidades del tráfico, ya fuera tirado por caballos o, más recientemente, motorizado; una ciudad habitada por y abarrotada de gente de todos los colores y estilos y clases.
Cuando llegó, Londres le pareció enorme, peculiar, esencialmente incomprensible, un lugar en el que sólo el mapa del metro, esa exposición topográfica elegante y multicolor de líneas y estaciones de ferrocarril subterráneas, le daba una apariencia de orden. Poco a poco, se dio cuenta de que el mapa del metro era una ficción práctica que hacía que la vida fuera más fácil pero que no tenía el más remoto parecido con la realidad de la forma de la ciudad de arriba. Era como pertenecer a un partido político, pensó una vez, con orgullo, y luego, tras haber intentado explicar el parecido entre el mapa del metro y la política, en una fiesta, a un grupo de extranjeros desconcertados, decidió que en el futuro dejaría los comentarios políticos para otras personas.
Siguió, lentamente, por un proceso de osmosis y sabiduría blanca (que es como el ruido blanco, pero más útil), comprendiendo la ciudad, un proceso que se aceleró cuando se dio cuenta de que la City de Londres propiamente dicha no medía más de un kilómetro y medio cuadrado y se extendía desde Aldgate al este hasta Fleet Street y los tribunales de Oíd Bailey al oeste, un municipio diminuto que ahora era el centro de las entidades financieras de Londres, y de que era allí donde todo había empezado.
Dos mil años antes. Londres había sido un pueblecillo celta en la costa norte del Támesis. con el que los romanos se habían topado y en el que luego se habían establecido. Londres había crecido, despacio, hasta que, más o menos unos mil años después, se encontró con la diminuta Royal City de Westminster justo al oeste y, una vez construido el Puente de Londres, llegó a la ciudad de Southwark justo al otro lado del río; y continuó creciendo, campos y bosques y pantanos desapareciendo lentamente bajo la próspera ciudad, y continuó su expansión, encontrándose con otros pueblecitos y aldeas a medida que crecía, como Whitechapel y Deptford al este, Hammersmith y Shepherd’s Bush al oeste, Camden e Islíngton al norte, Battersea y Lambeth al otro lado del Támesis al sur, absorbiéndolos todos, exactamente igual que un charco de mercurio encuentra e incorpora perlas más pequeñas de mercurio, y dejando sólo sus nombres.
Londres se convirtió en algo enorme y contradictorio. Era un buen lugar y una ciudad excelente, pero se tiene que pagar un precio por todos los lugares buenos y es un precio que todos los lugares buenos tienen que pagar.
Después de un tiempo, Richard se dio cuenta de que daba Londres por sentado; con el tiempo, empezó a enorgullecerse de no haber visitado ninguno de los lugares de interés (excepto la Torre de Londres, cuando su tía Maude vino a la ciudad para un fin de semana, y Richard se vio convertido, a regañadientes, en su acompañante).
Sin embargo, Jessica lo cambió todo. Richard se encontró los fines de semana, que, por lo demás, eran aceptables, acompañándola a sitios como la National Gallery y la Tate Gallery, donde aprendió que pasearse por museos demasiado tiempo hace que a uno le duelan los pies; que después de un rato, todos los grandes tesoros artísticos del mundo se desdibujan, mezclándose los unos con los otros; y que está casi más allá de la capacidad humana de dar crédito a algo aceptar lo que las cafeterías de los museos tienen el descaro de cobrar por un trozo de pastel y una taza de té.
2 comentarios
Perdón por llegar tarde (por cierto, Palimp, mi suscripción no furrula). A mí me gustó el reflejo de la vida en el panorama subterráneo, además, se presta a muchas interpretaciones y podríamos estar discutiendo largo y tendido al respecto (y la comparación con Luces de Bohemia ahora me parece inevitable, dicho sea). Pero la trama me pareció hueca, a veces excesivamente rápida y difícil de seguir para mi atontado cerebro.
La trama es como un cuento, el viaje iniciático del protagonista, más que la historia de venganza de Lady Puerta. Lo que está claro es que es un libro que te tiene que gustar, si no entras en el ambiente supongo que se te cae de las manos.