Una primera parte en la que Dalmau critica desde un punto de vista personal lo mal que está la situación de la literatura en este país y una segunda en la que Piña recoge testimonios de varios escritores que abundan en las tesis de su compañero.
Ha sido una lectura interesante, aunque muchas de las opiniones me han parecido matizables y con otras estoy en completo desacuerdo. Pero está bien abrir según qué melones para el debate.
Cosas que no me han gustado. Dalmau afirma en varias ocasiones que no es un libro de resentimiento porque no le hayan publicado una biografía de Cortázar. Pero la impresión que da durante todo el libro es lo contrario. No le voy a quitar razón al autor, pero la sensación que tienes en todo momento es que estamos ante un ajuste de cuentas. Otra cosa rara es que siendo una cuarta edición hay unos cuantos errores tipográficos.
Cosas matizables; si bien como se dice en varios sitios el objetivo del artista es hacer arte, la cultura es también un negocio y como tal tiene sus reglas que nos podrán gustar más o menos, pero que están ahí. También se afirma que tanto compadreo y las redes sociales les quitan tiempo a los creadores, pero esto siempre ha sido así (recordemos la bohemia) y lo seguirá siendo. Buscar amigos en facebook no es muy diferente de lo que se hacía antes.
Personalmente he disfrutado mucho con la lectura y con la discusión mental que me montaba con el autor.
Dado que a menudo no podemos obtener cómodamente lo que queremos, comenzamos a mover hilos para establecer alianzas. Pero estas alianzas rara vez redundan en beneficio del grupo sino de intereses particulares: la publicación de algún libro mediocre, una crítica favorable, la invitación a un congreso e incluso un premio. Yo te doy, tú me das. Pero todo queda entre nosotros, Es la ley. En este juego de compadritos la calidad de la obra es totalmente irrelevante. La única condición es que nos hagamos favores y que nadie se olvide de las deudas. En relación a ello es de lamentar que no haya un control regular de nuestras llamadas telefónicas ni de nuestros correos electrónicos. Así conoceríamos la verdad, todo ese carnaval de chismorreos, manejos y conspiraciones que llenan nuestras vidas. ¿Resultado? He aquí lo que tenemos: la clase literaria de un país derrochando su tiempo y energía en fines banales, intercambiando noticias y vulnerando confidencias, diseñando estrategias en la sombra para promocionarse o perpetuarse en una esquina del Poder. ¡Bingo! En lugar de ponernos contra él, nos hemos convertido en el brazo literario del Poder. Quizá sería bueno recordar que la Literatura y el Poder son dos países en guerra y que no admiten la doble nacionalidad. All the rest is silence.
Pero que nadie se engañe: toda esta densa trama de relaciones ha ido restando miles de horas al Arte; claro que conociendo luego a nuestros autores uno tampoco se hace demasiadas ilusiones de que los libros hubieran podido salir de otra manera. Es una cuestión de actitud. El artista verdadero no malgasta el tiempo en este tipo
de estupideces, o al menos debería tener muy presente que no debe gastarlo. Cada minuto de teléfono perdemos un adjetivo, cada correo la opción de una frase afortunada. Pero vivimos en un país de vagos y el mejor modo de allanar el camino no es el trabajo bien hecho sino la intriga. Basta acercarse a muchos escritores para saber cuánto hay de sudor y cuánto hay de contactos y de gestiones certeras. Esto, repito, afecta profundamente a la calidad de la obra, que se ve así privada del alimento primordial. La entrega. No hay atajos para las obras maestras, muchachos, no hay e-mails, no hay llamadas telefónicas; no hay pactos con los otros coleguillas ni con los poderosos, sino con nosotros y con nuestro oficio.
Pero además esta mala praxis crea alrededor un fenómeno aberrante: la exclusión de todo aquel que no se pliega a las reglas del juego. Vivimos en una época donde nadie se impone exclusivamente por su talento. Si no posees contactos o la mejor dirección te quedas fuera. Y son muchos ya, demasiados, los que se están quedando fuera. Es probable incluso que uno se quede fuera estando dentro. Basta señalarse más de la cuenta, ya lo he dicho, para que se active una perversa maquinaria que intentará destruirte. ¿Qué haces? ¿Luchas o abandonas?
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